Mitski Miyawaki acumula casi una década de actividad impredecible y destellos intermitentes: nos deja pruebas de excelencia y singularidad, pero no hay manera de predecir por dónde nos vendrán los tiros a cada nueva entrega. Y si en 2022 pasó de ser un secreto para sibaritas para erigirse en estrella inopinada gracias a Laurel hell, un álbum precioso de algo parecido al synth-pop, ahora vuelve a quebrarnos la cintura con un álbum lindísimo, libérrimo e impredecible, una obra por fin tan personal que cuesta aprehender hasta que decidimos no volver a desprendernos.
The land is inhospitable and so are we representa un tratado inclasificable de country alternativo que no hay manera de concebir como tal, porque incorpora coros orondos, arreglos orquestales, delirios experimentales (A deal) y quién sabe si la balada más rematadamente preciosa de todo el año. Se titula My love mine all mine, apenas supera los dos minutos, es etérea y ardorosa (pero nada meliflua) y desarma incluso al oyente más aferrado a las reticencias. Mitski nos invita a creer incondicionalmente en el amor, aunque solo sea por regalarle su disco a quien se lo merezca. Y lo hace con una dulzura melódica que recuerda al John Grant más tierno, ese que aún no estaba poseído por la electrónica y a veces se entregaba al discurso sentimental.
La delgada línea vertebral vaquera asoma en la placentera The frost o en los dos cortes de partida, Bug like and angel y Buffalo replaced, ambos de atmósfera bastante más misteriosa y perturbadora.

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