Al valenciano Víctor Ramírez no pararon de sucederle cosas durante 2020. Como a todo el mundo, ya lo sabemos, pero en su caso más. Sobre todo, porque a principios de año acertó a conseguir un anhelado contrato fijo… como celador hospitalario, lo que le convirtió en testigo directísimo de todo este descalabro humano y sanitario de los últimos meses. Motivo suficiente para que su tercer elepé se haya teñido de “pesimismo bien informado”: la suya es música decidida y definitivamente luminosa, pero con ese punto escéptico del que sabe que, antes o después, descarrilaremos para acabar embarrancados.

 

Es una visión no muy diferente a la que mantenía ante el universo su adorado George Harrison, homenajeado tácitamente con una reproducción en portada de Brainwashed: no un álbum cualquiera, sino su (extraordinario) elepé póstumo. A Ramírez le quedan, ojalá, muchos más, porque le asisten la juventud y el ingenio en ebullición. Merecerá seguir disfrutando de su sorna bien documentada, de su aproximación al pop soleado pero ni un ápice tontorrón. Y presidido por un leit motiv que, más que artístico, parece casi vital: “Di con buenas melodías lo que te gustaría decir con palabras”.

 

Melodías y más melodías. Y de las buenas. Ese es el secreto elemental, pero tan difícil de alcanzar, que preside este disco breve, pequeño, nada pomposo y decididamente adorable. Plagado de armonías vocales en la tradición californiana, pero a veces (A silly ode to serious love) entremezcladas con atípicos ritmos pregrabados, para cambiarnos el chip. O con los sintetizadores vintage de la canción con mayúsculas en este álbum, The rituals, una canción sobre el encanto y la belleza de las cosas prosaicas en el día a día. En su caso, por lo que nos confesó, “ir a un bar solo a tomarme varios cafés, ponerme a mil, ir escribiendo ideas en servilletas y pensar durante todo el día qué hacer con ellas”.

 

Añadamos el aval poderoso de dos colaboradores de postín, nuestro ya casi ibérico Ken Stringfellow (Posies, Big Star) y Brian Young, habitual de Jesus & Mary Chain. No anda mal de agenda, no, nuestro amigo valenciano, un cerebrito de la canción atemporal que no exhibe una gran voz (a veces recuerda en el timbre a Neil Tennant, de Pet Shop Boys) pero se aplica otros dos sabios mandamientos al respecto: “Haz lo perfecto más humano” y “Hazlo todo divertido y dramático a la vez”. Amén.

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