Las canciones de Robert Forster nunca fueron un prodigio melódico, rara vez se nos quedarán prendidas en la memoria y apenas invitan al tarareo. Es más, difícilmente podríamos referirnos al australiano como un hombre de grandes cualidades vocales y un timbre que agrade al gran público. Y a pesar de esta suma de factores, no para de rubricar discos relevantes y, por ir un paso más allá, necesarios. The candle and the flame refrenda esta tendencia, avalada a lo largo de casi cuatro décadas, y hasta la agudiza con unas cuantas páginas crudas, ásperas y sin asomo de suavizante, pero a menudo magníficas. Y tan desnudas, en todos los sentidos, que a muchos oyentes puede asaltarles el pudor más incluso que al propio oficiante.

 

El punto de partida ya de por sí invita poco a la placidez o los paños calientes. En julio de 2020, Karin Bäumler, esposa y aliada musical del australiano a lo largo de los últimos 32 años, recibe un diagnóstico de cáncer. La negra sombra de la enfermedad sobrevuela buena parte del disco, pero se hace explícita en esa píldora reconcentrada de vitaminas en poco más de dos minutos que es She’s a fighter (“Ella es una luchadora”), el tema de apertura del álbum y, curiosamente, el último en ser compuesto. Los Ramones se convierten en inesperado espajo para el que fuera mitad de los inolvidables Go-Betweens, rodeado para la ocasión, en una especie de catarsis cosanguínea, por la propia Bäumler y los hijos de la pareja, Loretta y Louis. Una especie de confluencia de energías para persuadirse unos y otras de que todo acabará yendo bien.

 

Toda esa incertidumbre marca el tono rugoso del álbum, que apenas deja huecos para el lirismo (la preciosa Tender years) y se divide drásticamente entre las canciones con y sin batería; más robustas las primeras, frágiles y voladizas las segundas. Hay alguna cantinela folkie de apariencia demasiado básica y descuidada, como I don’t do drugs I do time, un desliz puntual que se disipa ante la temperatura emocional de There’s a reason to live y la belleza de esa preciosa joya confesional, When I was a young man, que sirve como epílogo.

 

Nunca dejaremos de ver a Robert como el compañero de Grant McLennan en Go-Betweens hasta el fallecimiento de este, en 2oo6, pero The candle and the flame es ya su octavo trabajo propio y debemos sentirnos afortunados de que prolongue, ahora en solitario, aquel espíritu poético que nos mecía con cierta regularidad desde las antípodas. Por cierto, habrá pronto una tercera antología de los Betweens propiciada por Forster, G stands for Go-Betweens, y una novela del caballero. Un placer, siempre, tener noticias suyas.

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