Me ha costado semanas, puede que algún mes, desentrañar en su integridad esta entrega. E hice bien, porque es disco grande, muy grande; bordea la condición de obra maestra y aparecerá con seguridad en las clasificaciones entre lo mejor de este año que ya anda en retirada. El tiempo invertido no se debe a que hablemos de una obra inexpugnable ni laberíntica, pero sí intensa, riquísima. Ambiciosa con todo el orgullo y sin el menor de los recatos. En este tiempo de fugacidades, dieta liviana, boberías en dos por cuatro y consumo fragmentario y circunstancial, el líder de Porcupine Tree se marca una obra de una hora larga, con amplios desarrollos, estructuras sinuosas, solos aquí y allá, voces invitadas, permanentes cambios de paso. Está el Wilson etéreo y el incisivo, pero en ningún caso el obvio o inane. “To the Bone” se hermana con esos trabajos grandiosos y difícilmente repetibles de los ochenta, más en el pop progresivo que en el rock progresivo: Peter Gabriel, Talk Talk, Kate Bush. ¿Cómo resistirse? Muy sencillo: ¡de ninguna manera!

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