Fue maravilloso. Aconteció en 1988 y nadie daba crédito. De pronto, un nombre extraño, de genealogía misteriosa, en la palestra: Tanita Tikaram. ¿De dónde había salido esa muchacha de apellido exótico? No existían antecedentes: una chavala nacida en Alemania, pero con los ancestros familiares radicados entre Malasia y las islas Fiyi, en lo más remoto de Oceanía. Una voz térrea, macerada, con la gravedad propia de quien llevara muchos trienios acumulando experiencia, escenarios y canciones. Y la sorpresa monumental de que aquella debutante sumaba tan solo 19 años.

 

Tanita nunca reeditó el éxito de aquel Ancient heart, título precioso para un álbum bonito hasta decir basta, con Twist in my sobriety o Cathedral song como banderines de enganche. Pero esta tercera entrega, en un momento de insólita fertilidad creativa, puede que fuera incluso mejor. Rod Argent y Peter Van Hooke seguían produciendo, para garantizar esa rotundidad sonora de una artista insólita en su madurez, pero Tikaram ya se veía con fuerzas de participar también en esas responsabilidades. Entregaba 14 temas, un gesto generoso pero no incontinente, porque aquí no sobraba nada. Y asumía cabalmente el credo de los arreglos de metales, característica esencial durante todo el trabajo. La responsabilidad recayó en un genio en la materia, Mark Isham, que durante los ochenta ejerció como el exponente más experimental en la factoría de Windham Hill y a principios de esa misma década había trabajado a las órdenes de Van Morrison. Nada menos.

 

Y era justo el influjo de Morrison, para cerrar el círculo, el rasgo más identitario en muchas de estas canciones. Me in mind o This stranger parecen nacidas directamente en Belfast. Y casi, casi podríamos decir lo mismo de I love the heaven’s solo, aunque con un deje más animoso y liviano que la hacía irresistible.

 

Otros pasajes apostaban por un aire más cómico (Hot pork sandwiches)  y hasta experimental (Mud in any water). Pero nada igualó en belleza el primer sencillo, que además servía para abrir el trabajo. Only the ones we love, con su grave solemnidad, con esa emoción contenida, con el respaldo emotivo de las cuerdas, apuntaba directamente a nuestros lacrimales. Nunca volvería a brillar tan algo la estrella de Tanita, cada vez más convertida en artista de culto. Pero no hay un solo título solo mediano en su discografía. Qué suerte haberla conocido desde tan pronto.

3 Replies to “Tanita Tikaram: “Everybody’s angel” (1991)”

  1. Recuerdo el flechazo con esta artista y su primer disco. Y es cierto que no volvió a repetir el mismo éxito pero siguió componiendo excelentes temas, como muy bien acredita el álbum que recomiendas en este Un Disco Al Día. Sin duda Me In Mind tiene influencias de Van Morrison.

  2. En mi caso fue un flechazo total con esta artista y su Twist in my sobriety y el resto de su primer disco. Después fui un seguidor de sus discos y gracias a este Un Disco Al Día tengo una buena excusa para volver a escuchar la 3ª entrega.

    1. Hay un buen puñado de discos excelentes en la colección de Tanita, sí que es verdad. También algunos bastante más recientes y muy poco difundidos, como “Sentimental” (2005) o “Can’t go back” (2012)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *