Neil Hannon tira de largo. Quizá un poco enrabietado con las voces que creyeron ver en su anterior obra, Foreverland (2016), un exceso de conservadurismo formal y racanería artística, vuelve a dar señales de vida en un plazo mucho más llevadero (entre Foreverland y Bang goes the knighthood habían transcurrido seis años), entrega una muy ambiciosa colección de 16 piezas y, en el caso de la edición especial, incluye de propina las maquetas íntegras que grabó al piano el año pasado para el musical Swallows and amazons. Todo apunta a despliegue de efectivos y exhibición de fuerzas, y en ese sentido Office politics resulta poliédrico y tan desconcertante a ratos como fascinante casi siempre. Son ya 12 los trabajos que acumula Hannon, un hombre inmerso en los cincuenta y tantos pese a su aspecto de joven eterno, y sorprende su capacidad no solo para entregar piezas siempre sagaces, elegantonas e inesperadas, sino para embarcarse en aventuras tan endiabladas como un álbum conceptual sobre las relaciones en el entorno laboral y la influencia de las nuevas tecnologías y demás constantes de la vida moderna en el trato con nuestros congéneres. Que no teman los más fieles, porque los Comedy clásicos, atemporales y de pajarita aparecen aquí y allá, con piezas tan adorables como After the Lord Mayor show o Norman and Norma, en la que Macca parece haberle cuchicheado algún giro melódico. Pero también hay digresiones, a menudo divertidas, a veces más bien delirantes, siempre guiadas por una sagacidad irrenunciable. Office politics apuesta por un aire algo robótico, mientras que la impensable The Synthesiser Service Centre Super Summer Sale recuerda, aunque cueste creerlo… ¡a Kraftwerk! En ese contexto juguetón, Infernal machines parece una parodia de Muse, lo que quizá aquí tenga más sentido del humor que musical, mientras que la fantástica Philip and Steve’s furniture removal company evoca las fantasías minimalistas y camerísticas de la Penguin Cafe Orchestra (pero con el añadido de un coro). Hay mucho que escuchar y desmenuzar en esta hora generosa de música, con la encantadora Queuejumper como punto de partida llamado a convertirse en clásico del repertorio. Lo de Neil es una cosa muy seria, aunque siempre nos deje una media sonrisa dibujada en el rostro.