Algo debemos de estar haciendo mal en este país cuando The Kleejoss Band no figuran todavía entre las cuatro o cinco formaciones de referencia para el rock patrio. Andan sobrados de atributos y bagaje, aunque es muy probable que su empeño original en expresarse en inglés jugara en su contra; más aún cuando las letras que ahora ofrecen en su lengua madre son lúcidas, sabrosas, variadas, flambeadas con un poco de mala baba y algo más que decentes. Porvenir es ya la séptima entrega del cuarteto zaragozano, pero solo la segunda interpretada en castellano (merece la pena una mirada retrospectiva a Maleza, de 2021). Pero llegamos a tiempo con ellos: tienen arte, discurso, pegada, actitud y un elevado porcentaje de canciones sabrosas, pegadizas y enrabietadas, pero nunca de manera gratuita.

 

Desde los tiempos seminales de Tequila, el rock en español siempre tiende a seguir la escuela stoniana, y las sucesivas generaciones que encarnan Pereza (y derivados: Leiva, Rubén Pozo, Sidecars) o Los Zigarros y Los Vinagres así lo certifican. En el caso de los Kleejoss, y aunque atesoren –imaginamos– sus reglamentarios ejemplares de Beggars banquet en sus domicilios, las miradas parecen encaminarse más al Rod Stewart de los años setenta (es decir, el mejor de los posibles), tanto por su cuenta como enrolado en los Faces. Y es una sospecha que se sustenta no solo en los episodios más guitarreros, sino sobre todo en ese soberbio medio tiempo que es Estaciones, lo mejor entre una decena de nuevos títulos con mucha sustancia.

 

Estaciones certifica además la otra gran cualidad de los Kleejoss, su compromiso con un universo poético de hondura poco habitual en el gremio. Las letras del cantante, Luis Kleiser, huyen de tópicos manidos sobre desamores tormentosos, mujeres fatales y demás cuitas de especímenes hirsutos para centrarse en la observación crítica de la realidad cotidiana, el retrato de personajes de literario patetismo (El hombre de las oportunidades perdidas es una fotografía fantástica de un perfecto pusilánime) o el arrebato de hartura que es Ladrar o morder, rock de colmillo afilado y pegada adictiva, uno de esos arrebatos guitarreros que acaban adhiriéndose con fuerza a los pliegues de la memoria.

 

La herencia del rock sureño, tanto el clásico de los setenta como la formulación más evolucionada de unos Black Crowes, comienza a tornarse evidente en Porvenir, el tema central, que retrata el desasosiego de las incertidumbres con una armonía oscura y, sigamos con las sorpresas, versos ocasionalmente sin rima. Es la misma sensación de poética trabajada que deja Ruinas, balada acústica y confesional en la que el paradigma del rockero chuleta se transforma en una masculinidad vulnerable, mucho más interesante e insólita: “Somos más frágiles de lo que nos gusta admitir”.

 

The Kleejoss Band se afianzan así como una sorpresa consolidada, una formación con nervio, orgullo y autoestima (Afortunado) que no renuncia a reducir a veces las revoluciones para primar la intensidad emocional. De ahí ese crudo rock ralentizado de En mis manos, otro de los momentos claves, sobre el vicio nada saludable de mirar al pasado y embarcarse en un revisionismo “para fabricar alternativas en subjuntivo o condicional”. Rock desprovisto de todos esos clichés de “coches y chicas” de los que se burlaba la canción de Prefab Sprout: una bendición, lo de estos zaragozanos.

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