Al principio, como con casi todo, fueron los Beatles. El día que Paul McCartney se despertó con la melodía de “Yesterday” en la cabeza no solo estaba a punto de nacer la canción más exitosa (y rentable) del siglo XX, sino la intersección entre la mejor música popular de la historia y los arreglos para cuarteto de cuerda con los que ya soñaba George Martin. A partir de ahí, los grandes creadores jóvenes contemplaron la posibilidad de hermanarse con el lenguaje clásico y erigieron todo ese universo innovador de lo que dio en llamarse “pop barroco”, con un ahínco exploratorio como nunca más se ha tenido noticia desde entonces. Esta extraordinaria antología del sello Grape Fruit, que exprime al máximo el minutaje de sus tres cedés (80 bandas representadas, cuatro horas apasionantes), disecciona el fenómeno desde la orilla británica, aunque se las ingenia para representar también a una de las mejores bandas efímeras de todos los tiempos: The Left Banke aparecen reflejados gracias a la muy fidedigna versión de “Barterers and their wives” que rubricaran The Rockin’ Berries. Faltan los Bee Gees, a los que se considerará australianos a efectos artísticos, pero la nómina es abrumadora: no faltan ni los evidentes (Donovan, The Move, Procol Harum, Barclay James Harvest, Honeybus, The Searchers, Bill Fay, unos balbuceantes Genesis) ni las curiosidades, como los Nirvana primigenios o un Gilbert O’Sullivan que aún firmaba solo Gilbert y presumía de una cierta ambigüedad “queer”. Y los hallazgos, claro: Festival, Orange Bicycle, Mike Batt o una fabulosa cara B del John Williams británico, “Can’t find time for anything now”, que cualquier gurú del brit-pop mataría por haber escrito. Lo mejor, en cualquier caso, es dejarse llevar y sorprender.

 

 

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