Puede que nadie estuviera esperando el regreso de Vaya con Dios como un acontecimiento trascendental para su vida, porque el predicamento de la banda belga quizá no llegase a alcanzar unas cotas de singularidad tan elevadas ni siquiera en sus mejores momentos. Pero no minusvaloremos en absoluto a Dani Klein y su variada nómina de cómplices, porque nos llevaremos una sorpresa en cuanto enumeremos de memoria sus principales clásicos, un puñado de temas tan apreciables y encantadores como What’s a woman?, Nah neh nah, Puerto Rico, Just a friend of mine, Don’t cry for Louie, Heading for a fall y alguno más. Klein había puesto el teórico punto final en los últimos compases de 2014, con un concierto de despedida, pero la publicación de un álbum en el que recreaba sus clásicos propios en formato de voz y piano, What’s a woman?, dejó ya en 2022 las puertas abiertas a nuevas canciones. Y lo inesperado ha acabado materializándose con esta colección más entrañable que relevante, y sin duda más nostálgica que sustancial. Pero… ¿a quién no va a resultarle grato el reencuentro con una vieja amiga de los años mozos?

 

Shades of joy representa el primer álbum con material inédito de VcD desde Comme on est venu…, de 2009, un elepé solo en francés al que apenas se prestó atención más allá de una restringida órbita francófona, así que su predecesor más equiparable hemos de encontrarlo en The promise, que en 2004 –¡hace dos décadas!– ya casi se vio como un canto del cisne. El problema es que, más allá de su apelación a la felicidad, la madurez y la resiliencia, Shades of joy invita sobre todo a la añoranza y a las reflexiones sobre las pérdidas inexorables.

 

Willy Lambregt y Dirk Schoufs, los dos copartícipes del proyecto allá por 1986 y quienes apuntalaron el homónimo debut del trío (hace ahora 35 años), ya no se encuentran entre nosotros. Thierry Pias (guitarras y teclados) y François Garny (bajo) son dos lugartenientes exquisitos y de plena solvencia, pero la voz de Klein ha perdido cuerpo y fuelle de manera llamativa, por muy indulgentes que nos empeñemos a la hora de adjudicar epítetos. Y las apelaciones a otras arquitecturas originales quedan siempre desdibujadas. Through with love parece un homenaje lánguido a Swing Out Sister, de la misma manera que Kissing slow también remite a los últimos años ochenta con unos arreglos hermanados con aquel Words de The Christians.

 

Dani acaba de soplar las 70 velas de cumpleaños y hace bien ahorrándose sufrimientos innecesarios: Shades of joy, según sus inequívocas manifestaciones hasta la fecha, no tendrá vida encima de los escenarios y quedará para los anales como el último y definitivo trabajo de la banda. Y necesitamos contextualizarlo para no atribuirle el apelativo de decepcionante, sino solo de humilde y enternecedor. A fin de cuentas, siempre habrá algo que echemos de menos, como advierte el corte más sólido del álbum, Always something missing, con unos metales y un buen tono muscular que en otros periodos más boyantes habrían dado mucho juego.

 

No se puede llegar a todo; tampoco a las corcheas más elevadas del pentagrama. Vaya con Dios acreditaban en su currículo una cifra respetabilísima de ejemplares vendidos, más de 11 millones, que no crecerá en demasía con Shades of joy. Pero el soul blanco y amable de los buenos tiempos (en Maybe o en el corte titular) sigue muy presente, ahora bajo las premisas del feminismo integrador, la denuncia de un mundo absurdo y la esperanza de que podamos dejarle a nuestros herederos un futuro un poco más alentador. Y como epílogo, sorpréndase, el único tema no original del lote: una revisión de un clasicazo del americana, It isn’t gonna be that way, del muy minusvalorado Steve Forbert. No tan mal.

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