A Víctor Coyote siempre le gustó circular por caminos poco transitados, así que la apelación a Las comarcales constituye un magnífico tema (o lema) para encarar este nuevo trabajo. Incluso la nomenclatura (¿quién habla ya de “carreteras nacionales, comarcales y locales”?) resulta algo anacrónica, un adjetivo que tampoco tiene nada de malo: hay una vocación expansiva en una obra que se enorgullece de que cada capítulo sea de su padre y de su madre, con influencias y apelaciones de lo más variopintas, pero siempre buscando más la esencia que la falsa modernidad. Ese es el ideario que asume una vez más Coyote, el hombre que hizo de la disparidad su seña identitaria más reconocible. En el caso de Las comarcales (sexto disco con nombre propio, ¡duodécimo! si sumamos también los de la era como Los Coyotes), la gran novedad radica en ese maravilloso mapa manuscrito, en edición limitada y numerada, con el que especifica influencias, lugares e inspiraciones. No solo es un primor gráfico y un elemento ciertamente original, ahora que la originalidad está tan devaluada; supone, sobre todo, un precioso homenaje explícito a las fuentes de las que gusta beber. Y, de paso, facilita el camino al oyente, asumiendo así que en las comarcales, siempre generosas en curvas, conviene ir pertrechado con un buen mapa. Algunas alusiones eran obvias, como la mirada a Ali Farka Touré (otro cantautor grande que le reivindica, igual que Kiko Veneno) en A pena do home necioo la reverencia al calypso para Trinta Trinidad, y el arranque “a la colombiana” del álbum, con Cumbia de milagro, es una absoluta delicia. Pero… ¿cómo habríamos de percibir en Artificial la conexión entre Buddy Holly e Hidrogenesse (sic)? ¿Y quién podría concebir un camino en el que confluyan la excelencia de Richard Hawley y la frivolidad de… Boris Izaguirre? Se titula Sentimiento barato: ahora solo les queda certificarlo. Las comarcaleses un crisol, por definición, y por eso mismo se hacen consustanciales los altibajos. Pero también, y sobre todo, la sorpresa. Qué bendición el tema central, que cierra el lote. Y cuánta sorna, como de un Gabinete Caligari contemporáneo y nada rancio, en Soy un trabajador, soy un autónomo, soy un artista. Impagable.

 

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