Alguna sustancia en verdad poderosa, turbia y hasta truculenta debieron verter en aquellos vasos de leche que de niño aterrorizaban a Luigi Gómez para que el muchacho desarrollara un imaginario tan fértil y, de paso, encontrase por el camino a un alter ego como Santi Zed con el que urdir uno de los artefactos más fascinantes que ha generado el pop en España de muchísimos meses a esta parte. Terror Milk asoma a tiempo en el calendario para convertirse en la gran esperanza (blanca, como buen lácteo) de la temporada, al menos a la altura o ya por encima de otros dos engranajes tan fabulosos como los de Cometa y Naked Family, con los que comparte ciertas conexiones estéticas y estilísticas y refrenda que la producción sónica española gravita muchas órbitas más allá de los quevedos, saikos y demás memeces alentadas por las hordas del algoritmo.

 

Todo en Terror Milk abona un ecosistema propio, sorprendente y riquísimo; onírico hasta los tuétanos pero lo bastante esclarecedor como para que el resultado pueda desentrañarse y paladearse con más facilidad que la lectura del nombre del grupo en su muy lisérgica portada. Pero el imperio del humor, la paradoja, la psicodelia y, por encima de todo, el ingenio se convierte en credo para Luigi y Santi desde ese mismo envoltorio, la elección de un título en sí mismo deslumbrante para este primer álbum –pocos resortes lingüísticos tan poderosos como la paradoja– y hasta un aviso en el encarte interior que refleja bien ese microcosmos sabrosísimo en el que nos adentramos. Dice así: “Nos vemos obligados a advertirles: si al escuchar este disco sienten en algún momento cosquillas, obtendrán alivio inmediato dejando escapar un grito”.

 

Sería imperdonable pasar por alto estas fabulosas pesadillas musicales, este pequeño imperio del desorden, los compases quebrados, los teclados analógicos, los coros alucinógenos y ese reflejo de los traumas infantiles que se plasma en detalles como la inclusión de la cantinela de “Al pasar la barca me dijo el barquero” dentro de la sensacional El papel para el que nací, una de tantas pinceladas que harán las delicias de los oyentes familiarizados con el psicoanálisis. Porque estas ovejas balan en el idioma que habrían desarrollado Los Brincos si se hubiesen llegado a ver con Syd Barrett y además fueran coetáneos de Big Thief. Es un concierto desconcertante, si se quiere, pero también sinfónico, apoteósico y vivísimo. Y, en contra de lo que sugeriría cualquier conexión bóvida, radicalmente alejado del rebaño.

 

No, en Terror Milk no hay similitud que valga con los borregos. Luigi y Santi son sinónimo de disidencia, de discrepancia pacífica pero activa frente al apostolado del dos por cuatro, el rebuzno, la ramplonería y la mediocridad. Solo Íñigo Bregel, el instigador primordial de Los Estanques, podía producir un debut que sirve como viaje empastillado y fabuloso de 50 minutos y que merece la pena consumir del tirón, olvidándose de esas porquerías de las ráfagas de 15 segundos para epatar en las redes sociales del seguidismo. Porque ¿Qué cuentan las ovejas…? es el manifiesto fundacional de unos friquis que siguen creyendo en el elepé como unidad de medida, que afrontan sus miedos y traumas sin perder la media sonrisa del humor inteligente y que merecen, con urgencia, lo que casi nadie parece dispuesto a conceder: una escucha atentísima.

 

Terror Milk presentan ‘¿Qué cuentan las ovejas…?’ el sábado 14 de diciembre en el Café Berlín de Madrid

2 Replies to “Terror Milk: “¿Qué cuentan las ovejas cuando no pueden dormir?” (2024)”

  1. Iñigo Bregel y todo lo que orbita a su alrededor…esto ya puede empezar a denominarse como “movimiento”, el movimiento psicodélico nacional con los Estanques como punta de lanza y Cometa, Naked family, Quentin Gas y los zíngaros, German Salto, DMBK…y ahora Terror milk

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *