No es sencillo mantener el candor de los primeros tiempos a la altura del undécimo álbum en estudio, que llama a nuestras puertas cuando la aventura de Belle and Sebastian ha superado ya el cuarto de siglo. Pero aunque ni Stuart Murdoch ni sus aliados sean ya “jóvenes y estúpidos”, como reza el título del encantador primer corte de este trabajo, su capacidad para rubricar pop sentimental, lúcido, colorista y adorable permanece. Pese a las dentelladas de la vida, que dejan un trasfondo de angustia y existencialismo en algunos de estos cortes, con Sea of sorrow al frente de esa clasificación de belleza bañada en pura congoja.

 

En realidad, lo mejor de B&S sigue siendo su condición de librepensadores, de cronistas entrañables que no parecen otorgarse mayor importancia pese a su acreditadísima capacidad para escribir verdaderas obras de orfebrería en el arte de la canción. Son demasiado brillantes y demasiado experimentados como para conservar ese halo de amateurismo que latía en los años de If you’re feeling sinister (1996), pero el porcentaje de lanzamientos que se aproximan al centro de la diana vuelve a ser pasmoso. No solo por Young and stupid, llamada a instalarse en la memoria colectiva: también por el encanto trepidante de Unnecessary drama, conducida por una armónica inhabitual y espasmódica; o por los deliciosos aires de soul blanco que insuflan vida a If they’re shooting at you, Coming home y el fabuloso Working boy in New York City, epílogo del trabajo.

 

Los Sebastian animosos, y hasta dotados de cierta pompa, aparecen para Talk to me talk to me y la algo inflada Prophets on hold, mientras que el pellizco de nostalgia acaba escociendo de pura emoción en ese vals tierno y sentimentalísimo que es Deathbed of my dreams. Y también algo de añoranza genera A world without you, y no solo por su historia intrínseca de pérdida: puede que la voz de Sarah Martin nunca haya recordado tanto a la malograda e inolvidable Kirsty MacColl. “La enfermedad mental no es un fallo de la persona”, leemos en un cartel manuscrito fotografiado para el libreto. La colisión entre las temáticas melancólicas o sombrías y el vigor musical acaba convirtiéndose en una de las grandes singularidades y motivos de fascinación en torno a este álbum.

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