Subrayan los portavoces de Sub Pop, sello de venerabilidad indie muy comprobada, que Corridor es la primera banda francófona que engrosa su catálogo. La elección, a tenor de esta tercera entrega del cuarteto canadiense, no podía ser más adecuada. Junior es una fulgurante (y fulminante) lección de guitarras nerviosas, de canciones que parecen nacidas desde la pasión, el ansia y el carácter inaplazable. La utilización del francés resulta, en efecto, un elemento atípico y distintivo, incluso renovador para quienes no estén familiarizados con el idioma de Molière en un género, en efecto, que asociamos con la anglofonía por los cuatro costados. La presencia de segundas voces casi constantes, puesto que el bajista Dominic Berthiaume respalda en casi todo momento al líder de la formación, Jonathan Robert, amortigua el efecto lingüístico: muchas piezas adquieren un aire de celebración solidaria y dificultan la percepción del acento original. Pero es, como decíamos, el sonido limpio y atropellado de las guitarras el que convierte este álbum en una experiencia particularmente adictiva. Goldie o Domino, por ejemplo, entran a cañón y son alborotadas, pero sin renunciar a un carácter refinado y pulido. Si los de Montreal habían optado hasta ahora por un registro más próximo al post-punk, aquí los ganchos rítmicos y melódicos son mucho más instantáneos y evidentes. Corridor consiguen una empatía casi inmediata: irradian frescura empática, pero también sabiduría, la de unos jóvenes muy bien documentados que animan al desenfado pero serían absolutamente disfrutables desde la butaca de un teatro. No hay muchos ejemplos de finura en una propuesta tan nítida y extrovertida, una singularidad acaso mayor que la idiomática. Por eso estas diez piezas, tan urgentes que casi todas se titulan con un solo término, llaman a la reincidencia y a la captura del detalle. Como el chisporroteo electrónico en Pow o la pincelada épica que el melotrón aporta a Bang, título elocuente para la última muestra del lote.