Faye Webster pertenece a ese grupo de jovenzuelas de cerebro privilegiado con las que seguir creyendo a pie juntillas en la música del siglo XXI, y más aún aquella con remitente femenino: de Mitski a Weyes Blood, pasando por Adrianne Lenker (Big Thief), Waxahatchee, Snailmail o, por supuesto, las hermanas Haim (con las que ha ejercido de telonera) y las tres muchachas de Boygenius, ya sea en modo conjunto o de manera individual. Por ello tanto el indie-folk como las herencias propias del country alternativo son las hechuras principales en este Underdresses at the Symphony, un álbum adictivo de una mujer que parece tocada por una varita cada vez que garabatea versos y acordes en el bloc de notas.

 

Pero sucede también que la de Atlanta apenas suma 26 añitos a la altura de este quinto elepé, lo que abre el terreno a esa absoluta falta de prejuicios tan propia de su generación. De ahí el desparpajo que se entrevé en decisiones como la presencia de su amigo y compañero de pupitre Lil Yachty en Lego ring, un rapero que aporta modernidad a un corte de ritmo a contrapié. O la alteración de su voz con vocoder para Feeling good today, una cantinela tierna y desconcertada elevada a la condición de single pese a su duración de… 86 segundos.

 

Cosas maravillosas de la edad. Undressed at the Symphony es un título autoparódico sobre su irrefrenable afición a comprar entradas a última hora para ver a la Orquesta Sinfónica de Atlanta y sentirse vestida de manera improcedente en mitad de un solemne auditorio clásico. Algo de ese desconcierto late en la diversidad estilística y formal del álbum, que tiene maneras de disco de ruptura pero también muy buen humor y, sobre todo, grandísimas canciones. Porque tanto Thinking about you como Lifetime, aperturas de las caras A y B, parten de unas hechuras de impoluto yacht pop de los años setenta y se envenenan con el recurso común de repetir al final sus títulos en docenas de ocasiones, hasta convertirlos en letanías.

 

Lo importante es eso, la canonización de la canción como irrenunciable vara de medir. Y a partir de ahí, agregamos sorpresas dispares que hacen de Underdressed… un disco a la vez viejoven y rabiosamente contemporáneo, ese tipo de virtudes que han acabado llevando a su firmante a figurar en las listas de recomendaciones del expresidente Obama, como sucediera en 2020 con su Better distractions. Aquí podemos conjugar el desparpajo casi nuevaolero de He loves me yeah con la presencia en la sorprendente presencia en la alineación de Nels Cline, el guitarrista de Wilco, que también aporta nostalgia campestre a la mucho más desolada Wanna quit all the time.

 

Faye se ha vuelto cada vez más adorable en esa manera de cantar entre suspiros, solo que ahora su precoz carácter iconoclasta la permite acercarse al pop de cámara en el (precioso) tema central o apuntar al guitarreo entrecortado de unos Arctic Monkeys con traje de gala para But not kiss. En último extremo, Webster es una chavala con maneras de escritura clásica y grande, como si hubiera nacido cuatro décadas antes de lo que señala su DNI. Pero su manera de revestir las canciones la convierte en dignísima hija de su tiempo.

 

 

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