Malas noticias para los apocalípticos del folk británico e irlandés, esos que con alguna periodicidad preconizan sus inminentes y respectivas extinciones. El género no solo goza de buena salud, sino que se revitaliza ahora de manera enérgica con esta nueva diablura a cargo de los dublineses Lankum, una banda que ya era referente absoluto pero se postula a joya de la corona con un trabajo que retuerce los parámetros de la tradición y la dispara hacia dimensiones seguramente inimaginables.

 

False Lankum es, desde su mismo título, una provocación en toda regla. O más bien un seísmo más o menos controlado, porque los dublineses saben lo que se traen entre manos pero llegan tan lejos con sus postulados que habrán experimentado inevitablemente momentos de vértigo. La reformulación de un legado centenario se hace desde una perspectiva oscura e inquietante, no sabemos si solo tenebrosa o abiertamente gótica. False Lankum al principio inquieta, y mucho, pero ese desasosiego interior se erige solo en la antesala de un estallido que se nos expande por la cabeza entera.

 

Hay quien ha visto aquí el Ok Computer de la música folk, por lo que tiene de perturbador y desestabilizador en cuanto a los cánones ahora desactualizados y redefinidos. Porque este no es un artefacto de folktrónica, que eso ya lo teníamos más procesado, sino un puro abismo. Son canciones a menudo sobre el mar, pero que no le cantan al esfuerzo marinero o la estampa poética, ni siquiera al dolor de la separación de quienes aguardan en tierra; solo se recrean en la tiniebla, en el miedo. Más bien en el horror vacui. Es decir, folk maleado y distorsionado por algo que podría parecerse al hardcore. Un suicidio en otras manos cualesquiera; una experiencia vertiginosa si los hermanos Ian y Daragh Lynch se ponen al frente de las operaciones.

 

Cosa seria la de estas armonías vocales que evolucionan de Simon & Garfunkel al desasosiego y la pesadilla, la de una alianza de navegantes intrépidos que estampanan la nave contra la tormenta pero salen ilesos, sin que acertemos bien a comprender cómo. Go dig my grave abre boca con redobles de suicidio y The New York trader ahonda en la claustrofobia para que nadie salga indemne de estos surcos. Que arañan como cuchillas, pero regeneran, y de qué manera, la circulación de la sangre.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *