Lily Konigsberg (Palberta) and Nate Amos (Water from Your Eyes) son amigos, o quizá un poco más que esos. Y rivales a la hora de escribir canciones, lo que deviene en una especie de duelo compositivo la mar de ameno a la hora de evaluar esfuerzos, distinguir directrices y escoger favorito, puestos a llevar el juego hasta las últimas consecuencias. Porque el sobrevenido dúo se lo ha pasado bien, no hay más que verles y escucharlos. Y ha dado forma a un disco algo caótico y descabalado, en el que van saltando de ambientes, contextos y escenarios sin demasiado concierto, pero tan entretenido y encantador que solo podemos retirarles cualquier asomo de reproche.

 

Ah, benditos impulsos juveniles. Hay en Cry mfer la crónica completa de un chispazo y una catarsis: dos personas que se conocen por motivos profesionales (Konigsberg pide a Amos que produzca su debut en solitario, Lily we need to talk now, que conocimos el otoño pasado), se sienten recíprocamente fascinadas e implosionan durante una convivencia de admiraciones, rivalidades y celos de toda naturaleza. ¿Resultado? 13 canciones torrenciales, divertidas, a veces descocadas y casi siempre dispersas. Amenísimas. Contagiosas. Y con Lily ronroneando los conflictos del corazón en un Crutch que se erige en uno de los grandes himnos del indie-pop para 2022.

 

Es curioso que en este ingobernable estallido salten chispas en todas direcciones: Lily’s phone es traviesa, bailable y funk, pero llega justo después de una sinuosa Baby I’m the man donde la influencia de las melodías con bruscas modulaciones de Elliott Smith es flagrante. La sombra del desdichado genio también planea sobre Pretty you, mientras que Breathe you o I can’t dance part 2 se convierten en pasatiempos con el vocoder como el mejor de los juguetes disponibles en el estudio.

 

Y todo ello con un tema titular para la apertura, Cry mfer, a ritmo medio y obstinado, maravilloso para cimbrear los hombros a unas horas ya avanzadas de la noche. Y un Popstar, casi como epílogo, en el que el desmadre toma el sendero del pop sintetizado y bailable, por si hacía falta romper a sudar en el centro de la pista. Nadie dirá de este que es un álbum perfecto, pero es imposible no disfrutarlo intensamente.

 

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