Su trascendencia será ahora mucho menor, en términos de audiencias multitudinarias, que en aquellos tiempos locos de las eclosiones fraternales (y las trifulcas fratricidas), pero puede que Noel Gallagher nunca haya demostrado su excelencia compositiva de una manera tan palmaria como ahora, a sus flamantes, serenos y pletóricos 56 años. Ya sabíamos que estos High Flying Birds eran la consabida banda de madurez, exenta de urgencias y renuente al asalto de las listas de éxitos a cualquier precio, pero ese reequilibrio en las prioridades se traduce en una entrega soberbia en la que sucede de todo, y casi todo muy bueno.

 

Es verdad. Con unas gotas de nostalgia y un reguero de buenas ideas, Council skies quizá sea, al fin, ese disco grande e inapelable que se merecía el apellido Gallagher y, después de tres décadas familiarizados con los hermanitos, ya íbamos demandando nosotros.

 

Noel no es un vocalista de timbre tan efectista y personal como Liam, pero su halo sentimental le sienta muy bien a Dead to the world, espléndida en su evocación de tiempos pasados (ese acordeón sollozante) y enternecedora cuando nuestro protagonista hurga en la franja aguda de la tesitura y bordea el falsete. Pero ese aroma a juventud perdida, precioso, no es el preponderante. Pretty boy indaga en la herencia del Madchester, que para Oasis representó una sintaxis solo circunstancial; mientras que el tema de apertura, I’m not giving up tonight, sorprende aún más cuando constatamos que no desentonaría en The seeds of love, discazo entre los discazos de Tears for Fears. Virtudes del énfasis casi orquestal que recorre Council skies y que encuentra otro momento pletórico en Open the door, see what you find.

 

Así se las gasta este Gallagher madurito pero rejuvenecido, tocado como nunca por la magia de la canción sin necesidad de incurrir en tics ni redundancias. Tanto Trying to find a world that’s been and gone Pt. 1 como la excelente y apoteósica Easy now reviven la tradición de baladas conducidas por la guitarra acústica a la que tanto provecho extrajeron los recelosos hermanos, solo que ahora con redoblado boato orquestal. Y Council skies, la canción, vuelve a sonarnos a Beatles con la intermediación de Tears for Fears, así que… todos contentos. Sobre todo, después de la sorpresa final de Think of a number, que parece un homenaje más que plausible a The Cure, en ausencia del eternamente demorado regreso discográfico de Robert Smith. Son solo los años ochenta, pero, parafraseando a Sus Majestades, nos gustan.

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