Bajo el apelativo de Alis, el baezano Pachi García ha ido desgranando durante la última década algunos de los álbumes más lúcidos de nuestro pop independiente y en primera persona. Nos referimos en particular a Manual de disección (2011), que abordaba la entrega a la persona amada desde una perspectiva entre hilarante y grotesca, y donde la presencia de determinados espasmos electrónicos ya se erigía en santo y seña, pero ni Cantos de ocasión (2013) ni Cuando el sol nos dé calambre (2009) dejaban de tener chicha en abundancia. Y en esas aconteció en traspiés. Justo cuando el de Jaén decidió orillar el alias para firmar con nombre y apellido llegó Vivimos detrás del tiempo que nos sobra, un trabajo deslavazado y obtuso, quizá condicionado en demasía por un periodo de incertidumbres y quebrantos afectivos. Marcadores a cero es por eso sintomático en su propio título, que parece plasmar una voluntad manifiesta de reseteo. La canción de la que toma nombre es, a partir de la metáfora deportiva, una intensa balada de reconciliación: con aquellos de los que nos hayamos distanciado, pero también con nosotros mismos. Y supone uno de los grandes momentos de un álbum que aspira a resultar fulgurante, esencial, ajeno a la digresión: solo ocho cortes en la versión digital y un par de ellos más, en calidad de bonus, para el formato físico. Aquel Pachi dubitativo de la entrega anterior deja paso ahora al coraje y la rabia de Lo peor, su canción más convincente en años; se permite una estrofa rapeada en Lo que me hace libre (otro estallido de superación) o despierta el recuerdo del mejor José María Guzmán, el de El país de la luz, en la preciosa De otro planeta. Llámenle Pachi, Alis o, para salir de dudas, de las dos maneras: uno de los discípulos predilectos de Suso Saiz en la producción está de vuelta con todas las garantías.

 

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