Parece evidente que Mike Hadreas nos tiene acostumbrados, incluso mal acostumbrados, a registrar álbumes fascinantes. Y llegados al punto de No shape, su magistral entrega de 2017, se disparaban todas las inquietudes: imposible continuar en trayectoria ascendente. Set my heart… demuestra, para nuestro pasmo, que ese genio vulnerable bajo la etiqueta de Perfume Genius aún no había alcanzado el pico. Hadreas se nos muestra a pecho descubierto, una metáfora que la portada pone demasiado fácil pero que resulta fundamental para comprender la hondura emocional de estas 13 canciones. Y asimilar que el conocimiento del cuerpo y su expresión, de ese lenguaje físico, sensual y sensorial, ha impulsado al autor, a través de la danza, un paso aún más arriba en su feliz camino hacia la estratosfera.

 

Vuelve a confiar Hadreas, como en su antecesor, en la producción sedosa, etérea y delicadamente electrónica de Blake Mills para dar lustre a su cancionero. Y las manos de Mills se notan a la legua en Leave (¿una balada interestelar, sin fuerza de gravedad que nos fije en el suelo?) o el minuto introductorio de Whole life, ese magnífico tema de apertura que luego se vuelve camerístico, envuelto en cuerdas, colosal.

 

Pero la libertad creativa de Perfume Genius se escapa de los confines de cualquier catálogo. Es imposible no reparar en On the floor, tema contagioso y adictivo como acaso ninguno en toda su discografía y homenaje explícito a Cindy Lauper. Un guiño más, por si hiciera falta, a ese colectivo LGTBI al que Hadreas pertenece, refuerza, enarbola y hace todavía más grande. Da lo mismo, qué duda cabe, la naturaleza del amor de cada cual: en un disco de Perfume Genius cabemos todos. Los adictos a las guitarras saturadas (Describe), los amantes del pop barroco (Jason), la gracilidad de Moonbend, la súplica ardorosa de Just a touch. Hay muchísimos recovecos en la inspiración de Mike Hadreas, pero un empeño explícito en que nada sea superfluo o redundante. En efecto: así se crean las obras atemporales, esas que nos sobrevivirán cuando nuestros cuerpos se hayan ajado.

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