Puede que no exista un músico de relevancia en este último medio siglo con tantos altibajos como los que ha experimentado el gran Carlos Santana desde su debut homónimo, justo cinco décadas hace ahora. Aquel álbum del fiero león y al menos sus tres entregas sucesivas (Abraxas, Santana 3 y Caravanserai) son obras tan estratosféricas como catastróficos algunos de los títulos con los que penó sin asomo de gloria durante los ochenta: no hay manera humana de redimir trabajos como Shangó, Beyond appearances o Freedom, así nos levantemos con los niveles de benevolencia por las nubes. De la misma manera, los últimos lustros, del megavendedor Supernatural (1999) en adelante, venían definidos por álbumes de pretensiones comerciales e interés decreciente hasta que Santana IV representó en 2016 un volantazo virulento, la voluntad manifiesta de regresar a los orígenes y los valores esenciales. Ese empeño se sublima ahora con Africa speaks, de lejos el trabajo más corajudo y asombroso de Santana en siglos; como mínimo, en el siglo presente. El guitarrista mexicano llevaba 30 años frecuentando la Virgin Megastore de París y adquiriendo toneladas de música africana, que ahora ha procesado, reformulado y hasta sublimado en un ejercicio soberbio de amor y sagacidad, más proviniendo de un caballero que transita ya por su séptima década de vida. El octeto de Santana es soberbio (atención a las interacciones entre el bajista Benny Rietveld y la batería de Cincy Blackman), pero una parte significativa de la culpa habremos de atribuírsela al productor Rick Rubin, que se deleita colocando las seis cuerdas de don Carlos en la estratosfera, amo y señor como Hendrix en aquel reinado efímero pero insuperable. La otra gran baza, desde luego, es la de nuestra Buika, a la que Santana descubrió… ¡en una lista de streaming! La mallorquina se consagra mundialmente con su presencia incontestable, erigida en una Nina Simone agitanada por un Rubin que, desde luego, no es Javier Limón. Oye este mi canto suena desde ya mismo a pieza capital en la discografía de Santana, mientras que Yo me lo merezco acerca el continente negro a unos arreglos casi indies y Breaking down the door es, en esencia, una irresistible adaptación de Abatina, de Calypso Rose. Pero nada tan sublime como, atención, Blue skies, nueve minutos de crescendo emocional y guitarrístico, demostración abrumadora de magisterio por parte de un Santana recuperado para la posteridad. Ojo, estas 11 piezas de Africa speaks son, al parecer, solo una representación de las ¡49! que la banda, Buika y Rubin registraron durante dos frenéticas tandas de cinco días de grabaciones. Habrá nuevos volúmenes, sospechamos. Y no será aquí donde pongamos objeciones al respecto.