El ser humano tiene estas cosas. Es impredecible, a veces para mal. También es, a menudo, inexpugnable. Cualquiera que no conociese de nada a Superchunk y se sometiera a una escucha a ciegas de Wild loneliness compraría sin dudarlo un par de entradas para ver en directo a esta gozosa chavalería. Pero los chavales peinan canas, han superado las tres décadas de actividad y transitan por la duodécima entrega discográfica. Nada lo haría sospechar, por vivacidad, músculo y hasta un punto de tierna chulería. ¿Qué necesidad habría, por ejemplo, de complicarse la vida amigando guitarras eléctricas con un cuarteto de cuerdas para City of the dead, la espectacular página de apertura? Solo unos críos impulsivos se meterían en ese fregado, pero el pálpito proviene esta vez de un bendito hatajo de boomers.

 

Quienes estén familiarizados con el cuarteto de Carolina del Norte saben de su gusto por las guitarras ruidosas y distorsionadas, por la contundencia garajera y, en términos futboleros, el patadón a campo contrario. Todo ese bullicio melódico pervive en los ingredientes salvajes de Wild loneliness, pero a la receta se incorporan por vez primera las sutiles especias de la nueva cocina. Ahí está ese piano que repiquetea y vuelve aún más intensa la pletórica On the floor. Y ahí aparecen las eufóricas segundas voces que enriquecen Endless summer y parecen un calco de Teenage Fanclub… hasta que descubrimos que son justo los escoceses quienes colaboran en la causa.

 

Tampoco sospechábamos de Superchunk que aderezaran el pálpito de Highly suspect con unos discretos arreglos de metales, pero parecen haber llegado a ese punto en que ya no quieren privarse de nada. Hacen bien, qué demonios. Los ritmos acelerados prevalecen en proporción abrumadora en estos 10 cortes, entre los que This night, nuevamente con pinceladas de cámara, sobresale por su excelencia adictiva (prepárense para desgañitarse). Y los ingredientes acústicos apenas asoman con Set it aside y en el capítulo final, ese If you’re not dark que empieza como un mantra y se desenvuelve con maneras de himno esperanzado. Si llega el momento de quemar las naves, qué mejor que prenderles fuego con una mecha como esta.

 

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