Empezando por la portada, esa evocadora imagen de dos diablillos en bicicleta en unos años seguramente ya lejanos, por el tono pálido del color, todo es encantador en un disco enriquecido por el sabor del reencuentro y la sorpresa. Llevábamos nada menos que 12 años sin noticias de The Essex Green, sin señales de vida desde aquel “Cannibal sea” de 2006, y en muchos radares les teníamos perdidos de vista. Pero no solo han regresado con todo el vigor y el hechizo, sino que ya el primer corte, el adorable “Sloane ranger”, sirve como regreso al punto de partida: la frescura instantánea, un punto de candidez, el entendimiento vocal entre Christopher Ziter y Sasha Bell. Es todo alentador y, sobre todo, revitalizador. Y nos coloca, desde el corazón de Brooklyn, en ese punto de preciosismo entrañable con el que los escoceses Belle & Sebastian no se consiguen reconciliar de varios discos a esta parte. The Essex Greeen consiguen aquí un compendio urgente de sus mejores virtudes: las pinceladas psicodélicas de “The 710”, la capacidad de ponernos a tararear como posesos con “Don’t leave it in our hands” y, sobre todo, ese barroquismo melódico que, en “In the key of me”, nos hace pensar que The Left Banke nunca habían conocido herederos mejores. Es decir: los neoyorquinos consiguen en 2018 sonar no solo como en 2016, sino también como en 1968. Escúchese “January says”, canción mayúscula como pocas en lo que llevamos de temporada, y todo se comprenderá mucho mejor.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *