Llegará el día en que terminen cortándonos el grifo, pero mientras tanto estas Bootleg series dylanitas son la mismísima isla del tesoro. La entrega que ahora nos compete, la número ¡16!, corrobora las recurrentes sospechas de que don Roberto, genio ingobernable, no siempre entregaba a fábrica el mejor material del que disponía en cada momento. Igual que episodios anteriores sirvieron para rehabilitar el denostado Self-portrait (1970) o arrojaron luz sobre ese periodo cristiano a finales de los setenta (Street legal, Slow train coming, Saved), Springtime in New York refrenda que la primera mitad de los ochenta pudo haber sido para la causa infinitamente mejor de lo que el bardo nos hizo creer, quién sabe si por despiste o por provocación. Como en una de estas descubramos que los lamentables Knocked out loaded y Down in the groove pudieron ser álbumes decentes, habremos de poner en cuarentena todas nuestras convicciones de las cuatro últimas décadas.

 

Este nuevo episodio exploratorio en el casi infinito archivo de Dylan adquiere hasta tres presentaciones distintas: la caja de cinco cedés para los completistas más voraces, el fantástico doble CD con lo más granado del lote (25 temas) y el doble vinilo, de presentación fastuosa y contenidos (11 cortes) quizá demasiado escuetos. La conclusión inmediata, en cualquier caso, es que Shot of love (1981), un última entrega cristiana que en su día fue recibida con legítima desesperación, habría ganado bastantes enteros con tesoros como Fur slippers. Y que tanto Infidels (1983) como Empire burlesque (1985) no fueron capaces de radiografiar a un Robert Zimmerman inspiradísimo, muy lejos de esa imagen de pulpo en garaje que sugería con su casi cómica presencia en la grabación de We are the world.

 

En Infidels, nuestro querido ídolo tuvo las santas narices de privarnos de Blind Willie McTell, que ahora descubrimos en una nueva lectura memorable, a la altura de los mayores clásicos de toda su obra. Pero Too late también nos habría dado grandes alegrías que solo podemos paladear ahora, con 38 años de retraso. En cuanto a Empire…, fantástico e incomprendido ya de partida, gana mucho al prescindir de su producción melosa y acartonada, muy propia de 1985 pero inaudita para un disco de Bob. La permisividad y, en consecuencia, la responsabilidad era suya, pero ya hemos atestiguado que Dylan, genio y figura, siempre ha encontrado diversión en el pasatiempo de dispararse a los pies.

 

Este es el momento, en cualquier caso, de reverenciar al fin los 12 minutos de New Danville girl, que debieron colocarse en lugar de privilegio y acabarían derivando, un año más tarde, en la muy desmejorada Brownsville girl. El caso es que Bob Dylan no paró de curiosear y experimentar durante los tres discos de los que ahora se desgajan descartes y tomas alternativas que a menudo superan las publicadas entonces. La información desvelada, en suma, es tanta y tan relevante como para colocar este decimosexto bootleg entre los cuatro o cinco mejores de la serie. Y esperar, ávidos, cuáles serán los próximos secretos que el amigo Bob tenga a bien compartir. Seguiremos para entonces a sus pies, como siempre.

2 Replies to “Bob Dylan: “Springtime in New York: The bootleg series Vol. 16 (1980-1985)” (2021)”

  1. Este fin de semana he escuchado de un tirón los cinco cedés y todavía estoy babeando. Aquí hay alimento jugoso para muchos meses.

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