La parroquia del rock psicodélico andaluz sigue engrosando su nómina de acólitos, cada vez más finos y distinguidos. Y los almerienses Compro Oro no son nuevos en la plaza, porque llevan kilómetros de rodaje y un disco prepandémico, Carmen, que ya en 2019 propició que se reorientaran unos cuantos radares hacia el sureste peninsular, si bien el presente auge de Califato 3/4 o Derby Motoreta’s Burrito Kachimba seguramente propicie ahora una mayor receptividad a la hora de colocar Estarantos en el giradiscos.

 

La vecindad estilística no debería incomodar a ninguno de los tres vértices de este triángulo, si bien el cuarteto que comanda Juan Luis Escamilla seguramente sea más ecléctico e ingobernable a la hora de salpicar su plato de aromas. Porque hay briznas de copla por aquí y guiños a Los Brincos por allá, un poco de rumba canalla casi a cada rato y un trasfondo barrial y empastillado que hace muy atractivos ¿Qué nos pasó? (no tan lejos de Los Chichos) o Mala hierba.

 

Los Oro apuestan por la interacción entre batería y congas como uno de los elementos identitarios más atractivos del menú, además del jugueteo con el autotune para lanzar un guiño a los sonidos urbanos contemporáneos. Una buena idea, en términos generales, que encalla cuando se les va la mano con la herramienta en Cosa fina, un título que resulta ser poco profético. Porque ¿Estarán todos? ya pasa de categoría y se convierte en delirio posmoderno para, a modo de despedida, transgredir cualquier límite y desconcertar al oyente.

 

Son las excepciones, porque Estarantos es, en términos generales, un álbum plural, intergeneracional, sagaz y adictivo. Las letras de Escamilla ahondan en anhelos amorosos con un tono parejo al de las coplillas populares, mientras las guitarras eléctricas lo alborotan todo en momentazos como Amores extraños y, sobre todo, Claveles, estupenda cápsula de energía reconcentrada en apenas 130 segundos. Incluso hay gotitas de surf para No hay amor, otro ejemplo de cómo Compro Oro suenan a la vez a muchas cosas y a ninguna en particular. La mejor prueba de que hay mucho trabajo en esta búsqueda de un lenguaje atractivo y propio.

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