Si alguien pudiera pedirle a los cielos una voz privilegiada para cantar, acaso la de Gregory Porter se aproximaría bastante al ideal más canónico. Es cálida, timbrada, natural y acogedora. Cuenta con el vibrato justo y brota sin esfuerzo: como si ese torrente, siempre mucho más cómplice que abrumador, fuese la norma común entre los seres humanos. Si alguien tuviera que sentirse acompañado en un momento de vulnerabilidad, haría bien en escoger la presencia cercana de Porter para escucharle, por ejemplo, una lectura íntima de If love is overrated. A cada cual le gustará más o menos, en función de preferencias y afinidades, pero seamos serios: lo de este hombre, y más en concreto en esa canción, es portentoso.
Porter lleva ya unos cuantos años llamando irremediablemente la atención, y no solo por ese sombrerito de aviador que se ha convertido en su peculiar código de vestuario. Creció al calor de esos vinilos de Nat King Cole que le escuchaba a su madre, hasta el extremo de acabar dedicándole a su ídolo (2017) un disco íntegro de tributo, justo el antecesor de este. Pero All rise representa su esfuerzo más evidente, y también el más atinado, para romper fronteras y seducir también a quienes no frecuentan las orillas del pop jazzístico. Ese regusto queda siempre ahí, sin duda, pero este despliegue de fuerzas y encantos picotea aquí y allá del soul, el gospel, los rutilantes arreglos orquestales y hasta del pop más afable de los setenta. Basta con escuchar el tema de arranque, Concorde: cualquiera creería haberlo escuchado en algún capítulo de la serie televisiva MASH.
El californiano se encomienda al productor británico Troy Miller, curtido ya en trabajos tan transversales como los de Jamie Cullum, Laura Mvula o Emeli Sande, para vencer todas las resistencias. El resultado es ejemplar en muchas de estas 15 composiciones, un menú holgado para revivir el placer de los álbumes extensos, cabales y sin farfolla. Desde Merchants of paradise, que es el equivalente a un Stevie Wonder sosegado y jazzístico, a la balada orquestal Modern day apprentice, los guiños a Marvin Gaye en la era de What’s going on para Faith in love, el regreso a los setenta con Phoenix.
Y así hasta aterrizar en la exhibición de Porter, con el solo acompañamiento del piano, durante los compases de apertura de Real truth. Para qué más: lo de este hombre es, en efecto, una gran verdad.
Mira que me encantó Take me to the alley, pero este All Rise por lo menos está a su altura, y eso es mucho decir. Excelente crítica, enhorabuena
Es una absoluta delicia de disco, en efecto. Muchas gracias por escribir, Rubén 🙂