Ruf Records, el sello discográfico del alemán Thomas Ruf, se ha convertido –puede que contra pronóstico– en uno de los principales garantes y difusores del género de los 12 compases, tan alejado de las geografías que le concederían crédito y pedigrí. Y Katie Henry, esta joven proveniente de un enclave tan privilegiado en términos melómanos como Nueva Jersey, figura entre sus más recientes y mejores descubrimientos, quizá porque su mirada ecléctica y esperanzada amplía el espectro de oyentes potenciales respecto a otros compañeros de escudería. De hecho, ni siquiera es la guitarra eléctrica su principal baza instrumental, sino los teclados, y el resultado la acerca más a los parámetros de Bonnie Raitt –fuente de inspiración y devoción evidente– que, digamos, los de Sue Foley o incluso nuestra Susan Santos.

 

Henry ya había dejado buenas sensaciones con On my way (2022), su estreno de hace un par de temporadas, pero ahora afianza la candidatura con un repertorio de más amplio espectro y, sobre todo, con unos acompañantes irrefutables. El ilustrísimo Bernard Allison no solo ejerce de productor y entregador del testigo, sino que extiende su aval prestándole a Katie la práctica totalidad de su banda de acompañamiento, desde Eric Cannavaro (órgano) a Michael Murauer (guitarra), George Moy en el bajo, la batería de Matt Kimathi y Richard Pappik a la percusión. Y a partir de ahí, lo dicho: un catálogo de géneros vecinos pero diversos, desde el arranque flamígero (nunca mejor dicho) de Love like kerosene al bajo de perseverancia funk para Jump, una balada de temblor vocal casi country (A doll’s heart) o la recuperación del pulso más genuinamente blues y eléctrico en Voodoo woman. Incluso un instrumental con mucha pulpa, Bayou boogie, a la manera de los que gusta intercalar de vez en cuando Van Morrison entre sus canciones.

 

Sumemos la sensualidad sinuosa y noctámbula de The lion’s den (¿la mejor del lote?) o el trasfondo de soul en la impecable Get goin’ get gone, con la que todavía hoy haríamos feliz a Martha Reeves, y comprenderemos que Henry es lo bastante talentosa, hábil y docta, incluso a su edad, como para no dejar flancos débiles ni incurrir en la tentación de los temas de relleno. Puede faltarle todavía un poco de garra, de capacidad para arañarnos más allá de la epidermis. Pero cuidado con sus heridas: en cuanto profundice un poco en el corte, ya no habrá quien la detenga.

 

 

 

 

 

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