Hay que tener agallas para, desde la condición de uno de los autores más célebres y reconocidos en la historia del pop del último medio siglo, llegar a septuagenario y celebrarlo con un álbum homónimo, como si de un recién llegado a los escenarios se tratara. Pero Lindsey Buckingham, séptima entrega en solitario del autor de Go your own way, resulta ser, en efecto, no tanto un renacimiento como una eclosión: el disco al que cualquier aficionado a Fleetwood Mac, de 1975 a esta parte, dedicará una genuflexión según culmine la primera de las muchas escuchas que, irremediablemente, le va a conceder a lo largo de los próximos meses.

 

Nunca, ni por asomo, el genio californiano se había permitido un álbum tan prístino, directo, radiante y endiabladamente adictivo en su trayectoria como solista, jalonada de momentos mucho más experimentales, estrafalarios o disruptivos. Estas 10 canciones, por contra, son redondas, deliciosas, adorables. Perfectas. Felicísimas. Y paradójicas, puesto que su firmante las tenía preparadas para poner en circulación en 2018, antes de que sobrevinieran la pandemia, sus serios problemas cardiacos, las turbulencias maritales… y el delirante episodio de su despido de Fleetwood Mac, señalado por el dedo de su expareja Stevie Nicks.

 

Puede que nunca llegue a producirse ese anhelado álbum de despedida del quinteto por antonomasia de los Mac, a la vista de que Buckingham, Nicks, Christine McVie, John McVie y Mick Fleetwood no consiguen ponerse de acuerdo para grabar material de estreno desde ¡1987! (Tango in the night). Pero cualquiera de estos diez títulos habría pasado el corte para un álbum bajo la etiqueta de los Mac. Bastan los dos escuetos minutos de Scream, el tema inaugural, para comprender que Lindsey se lanza en plancha a la caza del gancho melódico, de la adicción sonora. Y ya no para.

 

I don’t mind incorpora todas las diabluras de producción que abrumaban en aquel año 87, mientras que Blind love y Time apuntan hacia el Lindsey sentimental y baladista que, de cuando en cuando, nos recuerda su devoción por los Beach Boys. Las florituras de voces desbocadas encuentran acomodo en Power down y la única aportación más o menos transgresora, Swan song, con sus ritmos programados, es más accesible que cualquiera de las genialidades exploratorias de su autor en los tiempos de Tusk (1979).

 

Se nos queda así, en definitiva, un elepé sencillamente deslumbrante, redondo y pletórico, la exhibición de fuerza de un hombre que, a punto de cumplir 72 años, quiere reivindicar su (preeminente) lugar en la historia más allá de rencillas eternas. Mike Campbell y Neil Finn, los insólitos sustitutos de Buckingham en Fleetwood Mac tras la guerra civil interna de 2018, son dos músicos colosales, sin duda. Pero el mundo entero contendría la respiración si los cinco creadores originales de Rumours aún encontrasen un momento de concordia para escribir su último capítulo. Y con Lindsey componiendo enormidades como Santa Rosa o On the wrong side (que parece sacada de Mirage, 1982), mejor aún.

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