¿De dónde demonios ha salido Maria Jaume? ¿Y cómo es posible que una criatura de 20 años sea capaz de marcarse un debut como este?

 

Vayamos por partes. Jaume –generación Z, hija del siglo XXI, ahí es nada– es natural de un diminuto pueblito del interior mallorquín, Lloret de Vistalegre, escribe canciones en inglés desde hace algún que otro verano y en 2019 se presentó casi de rebote a un concurso de nuevos talentos, Sona9, que, evidentemente, ganó. Y no es de extrañar. Estas 10 canciones de su estreno son tiernas, perezosas, diferentes, estimulantes, henchidas de un muy evidente encanto. Y, lo más difícil de todo, esbozan ya un lenguaje propio. Se afilian a ese pop-folk acústico que pone un pie en el indie y otro en la canción de autor. Y son criaturas vivas en las que no paran de suceder cosas. Como en Forces estranyes, por ejemplo, inesperada en su desarrollo, rematada en un tarareo delicioso. O en la fantástica Quan me respires, canción a dos velocidades, ceremoniosa en la estrofa, adictiva en el estribillo. Y casi la única de las 10 que supera el listón de los tres minutos.

 

Porque Fins a maig no revisc (“No renazco hasta mayo”: aquí son bonitos hasta los títulos) es una entrega breve, fugaz, 26 escuetos minutos que representan casi la única huella generacional en una muchacha de madurez absolutamente insólita y ningún interés por el trap, el autotune, el perreo y demás querencias banales de otros compañeros de clase. Qué va. Basta escuchar la espléndida pieza inaugural, Terra banyada, para imaginarnos a Maria confinada con su guitarra en la habitación, anotando acordes en los que confluyen desde Nick Drake a sus paisanos Antònia Font.

 

Y si proseguimos con la escucha atenta, comprenderemos que el día que escribe con vistas al mar le sale Autonomía per principiants, puro pop primaveral. Y cuando enchufa la guitarra eléctrica, puede sorprender con la más incisiva Més minuts que paraules. Un músico y productor experimentado, Pau Vallvé, se encarga de revestir Fins a maig… con los ropajes de la naturalidad. Pero el gran mérito, que nadie lo dude, es de Maria, una muchacha capaz de sorprender en sus directos con una versión de la austriaca Julia Jacklin. La auténtica sorpresa aquí es ella. Sorpresa monumental. 

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