A Matthew E. White, un músico manifiestamente brillante, nunca podremos agradecerle lo suficiente que invierta no pocas de sus energías en su otra faceta como productor y editor discográfico, a la vista de que Spacebomb se ha convertido en un marchamo de garantías para el amante del folk-rock como solo Jack White y su Third Man Records habían conseguido en la última década. Y el radar de White goza de cobertura suficiente como para extenderse hasta la isla sur de Nueva Zelanda y colocarnos en el disparadero a Nadia Reid, una voz ya imposible de obviar para los no muchos que la hubieran descubierto en 2017 con Preservation. 

Reid, que este verano alcanzará los 29 años, no ha querido desaprovechar la oportunidad. Out of my province saca todo el partido a su folk sagaz y meditabundo con esa voz grave, serena y temperamental que hunde sus raíces en las enseñanzas de Natalie Merchant y nos recuerda al menos a tres jóvenes y fantásticas compañeras de generación, Weyes Blood (¿mejor disco de 2019?), Aldous Harding y su compañera de sello Bedouine. Pero la neozelandesa ha querido aprovechar la proyección internacional para enriquecer la paleta con un cuarteto de metales y hasta diez efectivos en la sección de cuerdas. Son dos bazas que va alternando con finura. Y que, llegados a la animosa Oh Canada (metales) o la contemplativa y bellísima Heart to ride (cuerdas), nos colocan frente al espejo a una de las mejores firmantes de este 2020.

La propia Heart to ride sirve como constatación de que Nadia Reid O’Reilly es, de paso, una excelente guitarrista acústica, como corresponde a la más pura tradición trovadoresca. Lo bueno es que Nadia se haya decidido, como sugiere el título, a trascender del ámbito provincial y merodear por paisajes neoyorquinos (Oh Canada) o italianos, en la punzante Best thing. Si hacemos escala en Other side of the wheel, con el bajo más juguetón de todo el álbum, terminaremos reparando en que la voz susurrante de Reid pide a gritos un hueco en nuestra memoria musical para estos meses.