La vida es un acontecimiento misterioso y fascinante, incluso aunque siempre acaba mal. Nastasia Zürcher hace balance al respecto y prefiere que en su balanza prime el color frente al dolor. Pero no ejerce de optimista incauta, sino, en todo caso, de resiliente concienzuda. Tal es la vibración que transmite este But life is beauty full, álbum extraordinariamente sorprendente por atípico en casi todo: contextos, procedencias y contenidos.

 

Puede que el apellido Zürcher aún diste de figurar entre los más populares de nuestras listas de reproducción, además de que remita a geografías muy poco ibéricas. Pero Nastasia, para quien no haya sabido aún de ella, es gallega… o casi. Ella prefiere atribuirse ascendente suizo-gallego, por aquello de honrar esa figura paterna con residencia en Ginebra, pero nuestra protagonista reside en Galicia y siente en gallego desde los 12 años. Y, de hecho, la presencia del idioma de Rosalía (de Castro) era irrenunciable en un álbum sentido mayoritariamente en inglés, pero con varios cortes en castellano y uno en francés.

 

No, no es frecuente que una artista domine y se exprese con naturalidad y precisión en cuatro idiomas, pero la condición de políglota encaja muy bien con la de ecléctica. Y ese es el universo musical en el que se desenvuelve Zürcher, mujer de voz firme y arraigada, y afinidades múltiples. Porque predomina el soul o, más bien, neo soul, con hallazgos como ese Just, en alianza junto a Miryam Latrece, que enorgullecería a Alicia Keys. Pero también hay una indisimulada devoción por las percusiones (compruébese con A sentirlo), que refrenda la vivacidad y predisposición favorable a la alegría de nuestra protagonista. O querencias más bailables, con Lord, I’m alive (otra inyección intravenosa de energía), que se complementan bien con el misticismo casi sacramental de Che chegue a luz, lo más parecido a Enya que hemos escuchado en bastante tiempo.

 

Esa magia sobrenatural tiene mucho de galaica, claro, y la presencia del estupendo vigués Pablo Lesuit en El hilo refrenda, también con muchísimo encanto polirrítmico, este cable a tierra. En realidad, a Zürcher solo se le puede objetar su excesiva confianza en Aires de movimiento, insólitamente destacada como corte inaugural pese a su hieratismo melódico. Por lo demás, habrá quien vea en su irrefrenable versatilidad un inconveniente, un motivo de dispersión y un engorro a la hora de buscarle epígrafes al álbum, pero ese talante plural y desprejuiciado es, en realidad, uno de los grandes encantos de todo lo que aquí sucede.

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