Puede que a Per Gessle le haya costado reflotar el proyecto y la marca de Roxette en ausencia eterna de la divina Marie Fredriksson, que falleció en diciembre de 2019 a una de esas edades, 61 años, en que nadie debería aún despedirse. Gessle habrá sopesado la conveniencia de su empeño y las posibles críticas de oportunismo, difícilmente argumentables si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría de los éxitos del tándem salieron de su puño y letra. Pero una vez asumido el riesgo, el ilustre autor sueco se remanga para afrontar la faena con todas las consecuencias. Sin filtros ni asomo de contención. Pop-up dynamo! es un chirriante ejercicio de pop con mayúsculas y sin cortapisas, un delirio despepitado que aspira a convertirse en el más estruendoso ejercicio de placer culpable de todo este 2022. Quizá la primera vez que lo escuches te parezca un disparate; a la tercera, estarás canturreándolo como un loco de cabo a rabo.

 

Per ha confesado que se propuso escribir estas 11 nuevas canciones como si rebobinara la mente y se situase en torno a 1988, con los álbumes Look sharp y Joyride como guías de estilo e inspiración que se retroalimenta. No hacía falta que nos lo jurase, porque no hay un solo álbum más ochentero que este en todo el catálogo de novedades no ya del año, sino de algún que otro lustro. Es más, no son pocas las piezas que parecen mezclar las referencias propias de Roxette con títulos, autores y estilos particularmente carismáticos de aquellos años tantas veces caricaturizados hasta que comprendimos lo mucho que podíamos añorar de ellos. Headphones on, por ejemplo, parece una variación de aquel Maniac de Michael Sembello para Flashdance. You hurt the one you love the most comienza como In the air tonight, de Phil Collins, y el desaforado empeño discotequero de Walk right in nos coloca cerca de Human League. Pero hay dos casos en que las inspiraciones se vuelven homenajes flagrantes. The craziest thing tendría que terminar, sí o sí, sonando en un disco de Pet Shop Boys, porque es un temazo a la altura de lo mejor del dúo y en él hasta la voz de Gessle parece confundirse a ratos con la de Neil Tennant. Y Walking on air, el corte inaugural del disco, comienza exactamente igual que Abracadabra, de The Steve Miller Band. Es decir, no ganará el premio a la originalidad, pero sí a la irresistibilidad.

 

Esta pieza en concreto, por lo que ha referido el interesado, sirvió como espoleta para todo el proyecto de la manera más azarosa. Su composición surge de un encargo para la banda sonora de la película Top Gun Maverick y Gessle inclusó adecuó su letra al argumento de una escena específica, pero los productores respondieron con un grosero silencio administrativo. “No sé si escogerían otra, no he visto la película”, advierte Per, razonablemente desdeñoso. Pero el desaire ante una canción tan pegadiza hizo con seguridad las veces de acicate. Y, a falta de caldo, el autor de Listen to your heart se decidió a proporcionarnos una cazuela entera de un guiso bien generoso en aderezo y proteínas.

 

Incluso el desdichado fallecimiento del batería habitual de Roxette, en diciembre de 2020, afianzó el empeño por agudizar ese sonido sintético, pomposo y desmadrado que convierte este Pop-up dynamo! en un peligro para nuestra reputación y para el sosiego de nuestros vecinos. Gessle es un vocalista muy limitado y un letrista adscrito a los lugares comunes, pero hoy no hemos venido aquí a descubrir el sentido último de la vida. A cambio, el experimentado protagonista de estas líneas (Halmstad, Suecia, 63 años) ha tomado la hábil decisión de no sustituir a Fredriksson, sino de colocar “un paso más al frente” a las dos coristas habituales de Roxette, lo que convierte tácitamente a Helena Josefsson y Dea Norberg en herederas y émulas de Agnetha y Frida. No en vano, solo ABBA supera a Roxette en ventas en toda la historia del pop escandinavo, así que el guiño, a ratos muy evidente, solo puede saludarse desde la complicidad y la simpatía.

 

Olvidémonos, en síntesis, de empeños de largo alcance. Pop-up… se nos olvidará pronto, pero es un artefacto endiabladamente brillante en cuanto a ganchos, trucos de producción y, ante todo, grandísimas melodías. E incluye en su edición larga un temazo perfecto, Sunflower, un medio ritmo casi acústico y tremendamente saltarín que se podría batir en duelo encarnizado con cualquier original de Anderson/Ulvaeus en una encuesta entre eurofans.

 

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