Todo es más bien engañoso con este álbum, que ni es nuevo (le contemplan 16 años, y esta edición no aporta una sola añadidura), ni tenía la portada que ahora le conocemos (la original, un mapa de líneas de colores sobre fondo blanco, era bastante horripilante), ni se publicó bajo el epígrafe de Prefab Sprout, sino como el primer disco en solitario de Paddy McAloon. Es decir, aquí la única novedad radica en una presentación mucho más estilosa y un ingenioso (como siempre) nuevo texto interior de McAloon, uno de los mayores genios, también con el lápiz entre las manos, de que se haya tenido noticia en estos negociados de la música popular.

 

Con todo, el nuevo/viejo álbum de Prefab Sprout es una bendición por dos motivos de peso. Primero, porque casi nadie se enteró de esta grabación cuando vio la luz de mala manera a través de EMI; segundo, porque es, simple y llanamente, maravilloso.

 

Olvidemos Cars and girls y, en realidad, cualquier otro trabajo de PF, porque este no tiene parangón. El tema central es una bellísima elegía de 22 minutos dominada por los arreglos orquestales y los arabescos de una trompeta y una guitarra eléctrica, sobre los cuales Yvonne Connors recita una historia marcada por una lapidaria frase real de una madre a su hija: “Tu padre nos quería mucho, pero no quería vivir más con nosotras”. Tampoco hay canciones en las otras ocho piezas, sino desarrollos minimalistas (Esprit de corps) infinitamente más ricos y sugerentes que muchas partituras clásicas del minimalismo. La voz de Paddy solo suena en una ocasión: acababa de sufrir una operación de vista y su salud empezaba a ser la peor de sus pesadillas. Pero Megahertz, además de rareza, es una muy hermosa obra maestra.

 

 

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