Hablemos de Juan Marigorta, uno de esos geniecillos no siempre bien conocidos de la escena alternativa. Marigorta es un sibarita del rock-soul y un amante de la cocina minuciosa. Solo así se explica que Latitud sea solo el tercer título en una trayectoria que comenzó en 2003, una parquedad que se visualiza si atendemos al dato de que su docena de piezas se han ido cocinando, ingrediente a ingrediente, a lo largo de los últimos cuatro años. El desconcierto y la desazón de la edad adulta (Gigantes) o las ansias por encontrar un lugar de referencia (Donde nunca haya estado) definen el extraordinario arranque de este trabajo, canción de guitarras crepitantes y un regusto a Neil Young y demás clásicos de la escritura impoluta. El quinteto leonés nunca ha querido dárselas de banda a la moda, lo que supone la mejor política posible para perdurar: esos teclados medio psicodélicos, incluso las voces procesadas (Nada extraño) seducirán a ese mismo público que se crió con Grateful Dead o ha descubierto la religión lisérgica a través de las enseñanzas modernas y actualizadas de Rufus T. Firefly. En la misma división que Fabián, Mendizábal, Vázquez, Alfredo González, Tucho o Bantastic Fand, he aquí una hornada nacional que no deberíamos pasar por alto bajo ningún concepto. Y al menos toda la primera mitad de este Latitudes (¡esas armonías vocales para Daño!) nos sitúa en plena zona Champions. Ah, y para los amigos de escudriñar en los créditos, por el estudio desfilaron Alex Cooper y Dani Charras “Vacazul”; nada mal, nada mal.

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