El fondo de armario del festival de Montreux es tan monumental que más bien sorprende la relativa escasez de grabaciones provenientes de aquel mítico escenario suizo. Y la trascendencia de la figura de Carole King en la historia de la música de la segunda mitad del siglo XX es colosal, así que la sola confluencia de nombre y emplazamiento en la portada supone un serio motivo de excitación. Cuidado, este histórico testimonio de lo sucedido el 15 de julio de 1973 no sirve como primera toma de contacto con la obra de la neoyorquina en el momento culminante de su popularidad, sino que resulta mucho más interesante para los ya iniciados en su obra. King disponía para la ocasión de una banda fabulosa con 11 integrantes, pero optó por que sus 20 primeros minutos de comparecencia fueran en completa soledad. Y así, las lecturas de la más inmortal de sus obras, Tapestry (1971), que dos años después aún se mantenía en las listas, acontecen en la desnudez extrema de la voz y el piano. Es emocionante redescubrir la belleza infinita de I feel the Earth move o It’s too late desprovista de ropajes y florituras; incluso conmueve percibir el temblor y las imperfecciones en la voz de Carole Klein en algunos momentos, quizá aún presa de los nervios y la responsabilidad ante una ocasión tan trascendente. Para cuando irrumpe el grupo al completo (con, atención, seis efectivos en viento y metales), nuestra protagonista decide dar cuenta casi íntegra de Fantasy, un disco prácticamente conceptual, o “ciclo de canciones”, que por entonces apenas llevaba un par de semanas en circulación y que todavía hoy vemos como el movimiento más arriesgado y controvertido de su trayectoria. No quiso King rubricar entonces ninguna secuela de Tapestry, y en su lugar quedan títulos de cierta hondura jazzística, sobre todo You’ve been around too long o Being at war to each other, un prodigio que poco después haría suyo Barbra Streisand. El sonido de Carole King aquella noche en Montreux anticipa de alguna manera el de Joni Mitchell en Court and spark o Hejira, y deja dos momentos imborrables con Believe in humanity y Corazón, esta última casi una incursión en los territorios de Santana. Y así, casi los únicos momentos convencionales de “grandes éxitos en directo” nos los ofrecen los dos últimos capítulos, You’ve got a friend y You make me feel like a natural woman. Alguien capaz de escribir piezas así merece la gloria eterna. Y este documento histórico lo apuntala desde una perspectiva poco común, pero muy necesaria.

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