Confirmado, por si quedara alguna duda: Corizonas es una de las máquinas más precisas, poderosas, arrolladoras y mejor engrasadas que pisan el suelo ibérico. Y este tercer álbum lo certifica desde los primeros compases, los de Nubes negras, donde el bajo punzante y matemático de Javier Vacas y la batería milimétrica de Roberto Lozano, Loza, revalidan su condición de mejor base rítmica –o una de las mejorcísimas– de cuantas pueblan el país. Y todo ello a pesar de vaivenes y turbulencias, del portazo de un guitarrista tan temperamental como Fernando Pardo y de los rigores pandémicos añadidos para una banda que reparte sus efectivos entre Madrid y Valladolid y que se ha visto obligada a trabajar desde la distancia.
Pese a esos antecedentes inquietantes, el resultado es más asentado y convincente que el de Nueva dimensión vital. Porque aquel segundo álbum, fechado cinco temporadas atrás, alternaba aciertos con algún que otro traspiés y empezaba a difuminársenos en la memoria.
Como trasfondo figura, con probabilidad, el origen circunstancial de la banda, esa confluencia de Los Coronas y Arizona Baby que nunca dejó claro si era proyecto paralelo o línea principal de actuación. Esta última opción parece mucho más plausible ahora, con un trabajo crudo y directo, garajero incluso en tiempos de distancia de seguridad; mucho más medido y equidistante en sus dos vocaciones, la hard y la americana. Hay destellos de psicodelia en Todo mal o, sobre todo, Perdido en la galaxia, pero prevalece el sonido americano de perlas como Lo intenté, con las guitarras de Rubén Marrón y David Krahe trazando intersecciones tal que si estuviésemos escuchando a unos Boston de la costa oeste. Chispazos eléctricos, sí, pero también repiqueteos acústicos.
La voz cantante de Javier Vielba conserva ese punto de chiquillo entusiasta, solo que es cada vez más rica en referencias intergeneracionales y cinéfilas, como con Amarcord o El tiempo pasará, que guiña el ojo a Casablanca y Twin peaks (y, ya puestos, a Marvin Gaye). El candor de la mandolina multiplica el encanto de una de las mejores bazas de la entrega, junto a Brindo por ti, donde el saxo de Gautama del Campo aporta un cierto aroma a E Street Band.
Puede que haya margen de mejora en lo que se refiere a las letras, y no solo por la participación de Depedro, siempre mejor músico que escritor, en la muy resultona Ilumíname. Pero este es, al fin, el primer disco de Corizonas que no parece fraguado durante los ratos libres. Y el que engrandece la mejor herencia del rock español de los sesenta con la espléndida Volveré, que arranca como si Los Ángeles fueran ahora una correosa banda pucelana. Hay mucho que disfrutar en Corizonas III, que parece, además, preámbulo para unos directos muy apetecibles.
Qué sonido tan potente. Gracias por descubrirme grupos como éste.