No hay discos mediocres en la trayectoria de Editors, no existen medianías con las que poner en práctica el clemente ejercicio de la indulgencia, pero EBM ejerce como evidente revulsivo para evitar la tentación de los sueños laureados. Los chicos de Birmingham seguirán vistiendo siempre de negro y Tom Smith ostenta con carácter prácticamente vitalicio el título del hombre torturado más estiloso de toda Gran Bretaña, pero este séptimo álbum es un endiablado salto al vacío del baile, el trasnoche hasta horas indecentes y el hedonismo de la cultura de clubes. Nunca habían modificado tanto la hoja de ruta estos seis caballeros, pero han conseguido que el resultado de la transmutación siga sonando a Editors. Es decir: varía el ángulo y la perspectiva, pero no tanto el paisaje.

 

Smith es un intérprete absorbente y embaucador, uno de esos personajes cuyo carisma eclipsa a cualquier otro ser humano que ose ocupar algún espacio en muchos metros cuadrados a la redonda. Pero aquí comparte un pedazo nada insignificante de protagonismo con el productor Benjamin John Power, o Blanck Mass a efectos artísticos, el hombre que ya había revolucionado el material de la entrega inmediatamente anterior, Violence (2018), con aquellas The Blanck Mass sessions que en 2019 quisimos tomar como un mero pasatiempo. No lo eran tanto, a juzgar por lo que ahora acontece, esta intersección entre ese post-punk que lleva dos décadas cargando con el grueso de la fórmula y este dance desbocado que ahora evoca sudores y lubricidades hasta altas horas. Y nada mejor que los fabulosos ocho minutos de Kiss para demostrarlo: un ejercicio de pop sintetizado tan avasallador como no recordábamos desde Enjoy the silence, de Depeche Mode, al que acompaña un videoclip de coreografía sensual y sinuosa. Virguería sobre virguería.

 

Queda resolver el enigma de si el título alude a las siglas ya conocidas para “electronic body music”, que podría servir como definición para estos endiablados y excitantes 53 minutos, o si más bien constituyen el acrónimo resultante de emparentar a Editors y Blanck Mass. La mano de este hechicero es evidente en la endiablada y aceleradísima Picturesque o en el frenético aire industrial de Strawberry lemonade, una sacudida que bordea el exceso para acabar transitando por la pura excitación.

 

Los Editors profundos y melodramáticos reflotan en momentos tan hermosos como Silence (quizá, inmersos en los guiños, por aquello de seguir en el mismo campo semántico de Depeche Mode), mientras que tanto Heart attack como Vibe son felices arrebatos de synth pop para mascar chicle, engancharse a un videojuego o cualquier otra actividad de carácter frívolo y disfrutón que pueda venírsenos a la cabeza. Queda la sospecha de que Smith y sus chicos necesitaran un chute de evasión postpandémica, como a tantos otros les está sucediendo. En tal caso, en ese subgénero de hedonismo para superar el trauma de la covid está claro que este EBM ha de ocupar un puesto destacadísimo.

 

One Reply to “Editors: “EBM” (2022)”

  1. Yo de grupos de ahora soy más “rarita” Post Metal Doom Metal Julia Holter una que se llama Lingua Ignota que Diamanda Galas a su lado es Enya…

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