Siempre fue Manolo García hombre con inclinación hacia la incontinencia creativa, hasta el punto –recordemos– de haber necesitado en su día aquello de tomarse “vacaciones de uno mismo”. Así que encaja dentro de esta lógica que el parón de la pandemia y el confinamiento le haya servido, en su casa y caso, para intensificar la faceta como escribidor de canciones (aunque da la impresión de que su otro gran quehacer artístico, el de la pintura, también ha vivido momentos fértiles). Quería Manuel buscarle sucesor a Geometría del rayo (2018), pero cuando había finiquitado Mi vida en Marte, el disco inicialmente previsto, se percató de que tenía en la punta de la lengua un segundo elepé entero, Desatinos desplumados, que compuso y grabó íntegramente, desde la primera nota hasta la última sílaba, en un alucinante arrebato de tres semanas azotadas por esa intensa marejada de inspiración.

 

Y así es como lo nuevo de Manuel García García-Pérez no es un disco, sino dos. No un álbum doble, ojo, sino sus elepés octavo y noveno, respectivamente, una entrega simultánea y sucesiva que en sí mismo constituye una originalidad digna de aplauso y de nuestra mirada curiosa. Y una circunstancia muy inusual en la historia misma de la música popular, más allá de casos como los desdichados Human touch y Lucky town (1992), de Bruce Springsteen.

 

Como punto de partida para el análisis, la teoría promocional y las propias circunstancias sugieren que Mi vida en Marte es un trabajo más convencional y lógico, la continuación natural no solo de Geometría… sino también del más irregular y disperso Todo es ahora (2014) y del notabilísimo pero no bien recordado Los días intactos (2011), hasta el punto de que podríamos entenderlos, ahora que caemos en la cuenta, como una suerte de tetralogía a lo largo de esta década de madurez. En contraste, Desatinos desplumados sería más acústico y alternativo, más espontáneo y hasta folclórico, como ungido por el amor siempre manifiesto de Manolo por la música popular andaluza y el calorcito fulminante de la copla.

 

Todo ello es tan cierto como relativo, porque sirve como visión general para el análisis pero obvia la evidencia de que el equipo de músicos colaboradores es casi idéntico en ambos trabajos y que, si descendemos a los casos concretos, unas cuantas de las 27 canciones en total serían intercambiables entre uno u otro álbum, porque encajarían bien en los dos. De hecho, puede que la diferencia más sustancial acabe radicando en la parte literaria de la escritura: siendo Manolo reconocible al instante también en esa faceta, puesto que no existe en el pop en español nadie que utilice sus buenos dos centenares de vocablos en desuso, en Desatinos… se percibe una narrativa muy influida por la copla y el folclore; una forma de contar más inmediata, aunque no ajena al culteranismo (¿quién demonios iba a saber de antemano qué es esa “maturranga” que sirve para bautizar uno de los cortes?).

 

Ese aliento a poesía terruñera del sur, a Lorca, Machado y gitanos romanceros, insufla belleza abrumadora a Azulea y Sirena, dos de las págunas más hermosas de García en mucho tiempo. Ya lo avisa él mismo en Laberinto de sueños, la rumba que ejerce como corte inicial: “Cada día me parezco más a mí mismo, y eso a mí no me interesa”. En ese empeño por separarse de los senderos más habituales da rienda suelta a su amor por Triana o Smash, pero también, cómo no, por Lole y Manuel. Hay grandísimas páginas poéticas en la singladura (Ingrávido, Si nos damos el festín), y también la sensación de que la inspiración llega más desnuda y agónica al último tramo: el aire moruno de Aisha transita por el tópico, suena algo redicha esa cena romántica con una mujer que propone un viaje a las inmediaciones de Sicilia (Estrómboli) y no se entiende el empeño de concederle nuevas oportunidades a Busco cielos, un tema muy menor que, tras aparecer como maqueta de Todo es ahora y en la gira de 2019 Acústico, acústico, acústico (en realidad, un vaticinio en sí misma de estos Desatinos…), vuelve a ofrecérsenos por tercera vez.

 

En definitiva, no cabe duda de que el empeño de Manolo por atender la súbita y arrebatada llamada de las musas sea loable, porque Desatinos desplumados cambia el paso, acentúa el peso de las guitarras siempre profundas y empoderadas de Josete Ordóñez y Víctor Iniesta e incluye momentos francamente dichosos. Otra cosa es que acabe trascendiendo también su factura atropellada, más allá de recursos entrañables como algunos precarios ritmos programados, que García maneja desde un amateurismo casi naïf. Es decir: en su empeño por demostrarnos –o demostrarse– que puede ventilarse desde cero todo un elepé en poco más de 20 días, ha perdido la posibilidad de afinar el tiro y remachar una obra mucho más memorable.

 

Una vida en Marte, por contraste, es acaso más previsible y continuista, pero notabilísimo. Disco serio y profundo, puede que hasta ensimismado, seguramente no supondrá ninguna eclosión de singles o títulos muy coreables y demandados para las giras, más allá de ese simpático Un poco de amor, que entronca por lo coloquial con Un giro teatral (2011). Pero encierra una de las mejores baladas de García seguramente en toda su carrera, ese Reguero de mentiras con aderezo de armónica y estribillo en falsete. O quizá deberíamos hablar de dos, porque también es sencillamente fantástica la Angelina que le sirve para reivindicar a Pepe Robles, colaborador destacadísimo, y exteriorizar su admiración por el que fuera cantante de Módulos. Escuchándole aquí, por cierto, comprendemos que Shuarma (Elefantes) seguramente le debe más a él que a Bunbury, su descubridor originario.

 

Acabará siendo también sencillo, o debiera, ese No tienes un minuto que perder, exaltación al espíritu de Andalucía que no ha acabado en Desatinos… quizá por sus pequeños guiños al rock electrónico en los arreglos. Y sorprende y divierte esa querencia por las guitarras de AOR o rock adulto en Dibujar en mi piel (con un riff muy similar, puestos a elucubrar, al de 25 or 6 to 4, de Chicago), pero también en Sabré quererte y hasta en No lloras y juras.

 

En fin, Manolo siempre aporta mucho material sobre el que reflexionar y debatir; y esta vez la ración doble, y doblemente generosa, incrementa su cancionero con 27 títulos que deberíamos desmenuzar aún con mayor intensidad en estas próximas semanas. Es muy probable que el resultado sería más deslumbrante con alguna omisión. Es casi seguro una vez más, y en sentido contrario, que sigue sin haber otro como él en nuestro ecosistema pop.

 

5 Replies to “Manolo García: “Mi vida en Marte” y “Desatinos desplumados” (2022)”

  1. Estoy bastante de acuerdo en todo, salvo en que ‘Busco cielos’ sea un tema muy menor. No estoy demasiado convencido de que encajara en el disco como corte final, creo que es un tema que pedía la fuerza de unos arreglos más eléctricos y oscuros. Y me duele que quitara la referencia a la noche walpurgis (desaparece esa frase). Y, bueno, tampoco es que ‘Aisha’ y ‘Stromboli’ estén por muy debajo. Creo que es el disco que mantiene una línea más plana de toda su carrera, sin apenas un bache, todo muy notable.

    ‘Regueros de mentiras’ es un tema increíble, junto con Laberinto de sueños, ambas creo que deberían pasar desde ya a ese grupo cada vez más grande de temas inolvidables de Manolo en solitario.

  2. Me gustó el artículo! Coincido en que estos discos no serán de los más coreados por los fans, pero tienen su miga, como siempre.

    Saludos

  3. El cantautor Manolo Garcia ha lanzado este viernes su doble album ‘Mi vida en Marte’ y ‘Desatinos desplumados’, 27 nuevas canciones que muestran una doble clara del artista. Sera el octavo album de Manolo Garcia en solitario tras la disolucion de su anterior formacion, El Ultimo de la Fila, y el primero desde ‘Geometria del Rayo’ (2018).

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *