Lo de Mourn es una rareza, casi un milagro y un pequeño prodigio, pero llevamos tanto tiempo constatándolo que ya no nos produce tanto pasmo. Lo más asombroso llega al caer en la cuenta de que sabemos de las andanzas de Carla, Jazz y Leia desde hace casi una década, por lo que las tres artífices de esta banda cruda, garajera, furibunda y correosa han tenido tiempo de alcanzar la mayoría de edad y ahora sus carnés respectivos nos las sitúan entre los 24 y los 27 años. Abordar a los veintitantos el quinto elepé como banda ya supone en sí mismo un portento (y eso, sin hablar de la expedición solista de Leia bajo el sobrenombre de Leia Destruye), pero queda claro que este tridente catalán no ha entrado en nada remotamente cercano a una fase acomodaticia. Siguen con hambre de decibelios, los colmillos afilados, la garra y la mala baba como aliados primordiales. Aunque el fundamental es otro: la escritura sólida e implacable, esas canciones tan bien construidas y rematadas como si nos encontrásemos hace tres décadas en los caladeros yanquis del grunge.

 

Las horas de vuelo contribuyen a que las hermanas Jazz y Leia Rodríguez Bueno (hijas de The New Raemon, ya saben) y su cómplice inseparable Carla Pérez Vas suenen cada vez más sólidas, compactas y engarzadas entre sí, como en la misma imagen de portada, mientras que el componente masculino, Oriol Font (también en los 27) sacude en intensidad proporcional los parches de la batería aunque no se le conceda representación fotográfica. Es la manera de recalcar la naturaleza eminentemente femenina y feminista del proyecto, que durante cuatro álbumes formó parte del catálogo internacional del sello Captured Tracks y ahora, adscritas a las filas de Montgrí (Cala Vento), prolongan su adhesión al éxtasis sonoro, la rebelión, el sudor y la adrenalina, aunque sin descuidar ese trasfondo de insatisfacción que tan bien representa a los y las zetas generacionales.

 

Ojo: aquí hay sorpresas, dentro del marco guitarrero general. The avoider, el tema central, opta por un envoltorio sintetizado e industrial francamente atractivo, y las ocasionales trompetas de David Marín equivalen a estallidos de color muy apetecibles. Heal hill inaugura la cara B con un tímido toque folk y una estrofa intercalada en castellano. Y, en general, el universo literario es cada vez más profundo y elaborado. Porque Jazz y Carla, que comparten tarea como letristas, no se conforman con vaguerías, generalidades o rutinarias canciones de amor, sino que dejan constancia de sus congojas, rabias y frustraciones. Igual no les gusta que las consideremos una voz generacional, pero se acaban acercándose bastante a esa categoría.

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