Hay mucho que desentrañar en la figura de Sarah McCoy, una mujer de perfil rotundo y fascinante, vozarrón apabullante y orgullo herido, que apenas había llegado hasta nuestros oídos en los tiempos de Blood siren (2019), su silencioso debut. High priestess representa un avance más ostensible, ecléctico y a ratos desconcertante, porque el perfil de partida, ese que nos la presenta como una heredera estilística y espiritual de Amy Winehouse o Etta James, no siempre encaja con la realidad. Es decir, las expectativas no se cumplen del todo, entre otras razones porque obvian algunos factores, como la electrónica, el trip-hop o ciertos ramalazos orientalizantes, que acaban desempeñando también un papel de relevancia en estas 11 canciones.

 

A esa reforzada versatilidad puede contribuir el hecho de que la artista de Nueva Orleáns haya fijado su residencia en París, y aún más que encomiende la “consultoría de repertorio” (sic) a un personaje de mirada tan panorámica como Chilly Gonzales. Y así sucede que en la apertura, Weaponize me, nos asombra encontrarnos con una suerte de versión femenina de Dave Gahan, mientras que expresiones como esa de “poner tu bala en mi revólver” parecen un verso que se le cayó del bolsillo a Martin Gore. Y no es un ejemplo aislado: Sometimes you lose reincide en esa atmósfera industrial que hará sentirse cómodos a los seguidores de Depeche Mode.

 

McCoy no toma las riendas del soul hasta Go blind (en realidad, “blind” es en sí mismo un término muy del género), aunque sea en versión modernizada por la profusión de sintetizadores y sonidos programados. Forget me knot se escora hacia una vaga inspiración de góspel y un aire más contrito y meditabundo, como de celebración religiosa en una modalidad nocturna y más bien lúgubre. Y le sienta bien a Sarah la incorporación del francés a su ideario en el caso de La fenêtre, también oscura pero con un aire más misterioso, como de interrogante.

 

Con todo, y más allá de la pluralidad de inspiraciones, desembocamos en Sorry for you y descubrimos que la mejor Sarah McCoy, la más confiada y resiliente, la que exhibe orgullo frente a misóginos, gordófobos y demás tarados sociales, es también la más cercana a nuestra eterna Amy. Igual que Long way home representa la más desgarrada y deudora de Aretha, aunque en su caso el componente sintetizado no parezca el más idóneo para arroparla.

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