Es extraordinariamente recomendable no dejar que acaben nuestros días sin haber cursado al menos una visita a Edimburgo. Y es casi imposible invertir 24 horas en aquella urbe fabulosa sin escuchar en cualquier rincón alguna versión improvisada de I’m gonna be (500 miles), canción celebérrima por derecho propio, declaración de amor exacerbada y memorable y, en lo tocante al terruño, himno oficioso indiscutible.

 

Los gemelos Charlie y Craig Reid no se molestaron en disimular ni un ápice las cuestiones identitarias: el acentazo escocés contribuye a hacerlos inconfundibles desde el primer compás y el propio título de su debut nos obligó a descubrir que Leith es el barrio portuario de su ciudad natal. Pero que el brillo refulgente de su canción bandera (y eso que los días soleados no son los más frecuentes por aquellas latitudes) no nos deslumbre e impida disfrutar de nuestros rubios gafotas en toda su extensión. Porque este segundo elepé era espléndido y su nutridísima discografía posterior siempre ha sido generosa en píldoras de pop radiante.

 

A nuestros rubitos gafotas siempre les encantó cantar en tesitura aguda y llevar los estribillos hasta el paroxismo (cuidado con esas gargantas a la hora de emularlos). Provenían del circuito folk en los innumerables garitos locales, donde sacaban provecho a una habilidad innata para la armonización vocal: sonaban como unos Everly Brothers enturbiados por el furor proleta de Billy Bragg. Y, pese a su orgullo de clase currelante, les encantó hinchar los pulmones con himnos de incontenible optimismo. Desde la plenitud amorosa (Then I met you) a la satisfacción de la autoestima (I’m on my way) y hasta el orgullo nacional en Cap in hand, contestaria pero excelente.

 

Los orígenes más folkies y campestres acababan aflorando en el tema central o en My old friend the blues, versión del venerable Steve Earle y única pieza prestada en todo el lote. Pero es imposible no sentirse mejor persona (y, sobre todo, más animosa) después de esta ración de tres cuartos de hora de sonrisas tarareables, juegos vocales encantadores y melodías de encanto instantáneo. Los Reid se habrán hecho de oro después de que I’m gonna be se convirtiese en cabecera de la peli Benny and John (deliciosa, por cierto) y I’m on my way encontrase hueco en la primera entrega de Shrek. Pero solo podemos sentirnos cómplices de sus triunfos: son de esa gente capaz de que enseguida la sintamos como la nuestra.

 

 

3 Replies to “The Proclaimers: “Sunshine on Leith” (1988)”

  1. LA canción Sunshine on Leith, se ha convertido en el himno de Hibernian uno de los clubs de futbol de Edimburgo (adjunto link de cuando lo cantaron en 2016 después de ganar la Copa escocesa https://www.youtube.com/watch?v=lt26StUVHoc ) lo cantan como en Anfield cantan el “You’ll never walk alone”.
    Saludos y disfruto mucho de tu s mails

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