La historia que alienta Hands es inusual, dolorosa y valiente, pero no debemos perder el foco. El subtítulo “Nueve canciones y media para nueve dedos y medio” alude al accidente que Wallis Bird sufrió siendo muy niña con un cortacésped que le rebanó los dedos de la mano izquierda. Todos pudieron reconstruírselos salvo el meñique, reducido a ínfimo muñón, y las fotos en primer plano de las extremidades testimonian el desaguisado y las cicatrices, pero también sirven, a buen seguro, para simbolizar la sinceridad sin filtros, remilgos ni disimulos que alienta estos 10 cortes. Es música nacida y madurada durante la pandemia, cómo no, pero lo importante es la sensación de aliento, empatía y proactividad que transmiten.

 

Bird dista de ser una recién llegada, y a sus muy evidentes virtudes había que matizarle hasta ahora un exceso de pompa, un gusto por la expresión algo grandilocuente y rutilante. No hay más que escuchar la fabulosa apertura, Go, para comprender que las tornas han cambiado y afrontamos ahora un pop terso y minucioso, preciosista como bien podría atribuírsele a Rumer o Yola. Y todo ello para desembocar en What’s wrong with changing?, orgulloso ejercicio de autoafirmación que apuesta por el vigor rítmico hasta convertirse en un prodigio sonoro en torno a la importancia de ser uno mismo y evolucionar –madurar– con el implacable concurso de los años.

 

La Wallis más juguetona y sintetizada comparece con todo su fulgor en I love myself completely, nuevo ejemplo de autoestima con unos teclados que parecen extraídos de los primeros discos de A-Ha, aunque el gusto por el baile, el hedonismo y la jarana ochentera volverá a comparecer en F.K.K. (No pants dance). Y la cabeza bien alta, aunque sea desde una perspectiva más sosegada, la mantienen las confesionales DreamWriting y Aquarius, autorretratos de una muchacha irlandesa para la que la vida nunca resultó sencilla (la discapacidad, la homofobia) pero que desde hace tiempo, afincada en Berlín, ha conseguido que le salgan las cuentas y le encajen las piezas en el puzle vital.

 

Hands es ejemplar en ese sentido: en su sinceridad a quemarropa, en el pálpito sereno que desprende, en la asunción de limitaciones y certezas. Wallis es libre, auténtica e ingeniosa. Ahora que Kate Bush es descubierta por una legión de jovenzuelos, esta mujer recién incorporada a la cuarta década de la vida podría ser un magnífico nuevo descubrimiento.

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