Qué gran personaje es este Jorge Naranjo, genuino heredero del espíritu renacentista en estos tiempos de fría especialización. Despuntó como director cinematográfico, disfrutó de sus merecidos 15 minutos de gloria en el Festival de Málaga con Casting (2013) y se ha consolidado como una referencia creativa y docente en el universo del guion, pero hace ya cuatro temporadas descubrimos con Cosas preciosas y relojes económicos (2018) que también podía transfigurarse en cantautor ácido y sagaz, en elocuente cronista sonoro de miserias, grandezas y anhelos cotidianos. Y no, no era un capricho puntual, un arrebato de autocomplacencia para rellenar un puñado de meses ociosos. Fabulonia nos retrata ahora a un Yorch en pleno proceso de rearme como músico, a un hombre que se ha vuelto ambicioso y elocuente también cada vez que desenfunda la guitarra.

 

Como buen creador polifacético, ha querido erigirnos este sevillano de 46 años un microcosmos singular, pintoresco y alternativo. El concepto de Fabulonia (que le toma prestado a la ya desaparecida novelista estadounidense Katherine Dunn, autora de la brutal Amor de monstruo) pretende servir como universo recomendable solo para los raros de la clase, para esos chicos y chicas que no se sienten adscritos a corrientes, tribus ni tendencias, que no se alinean con nadie. Y quién mejor que el productor Paco Loco, puestos a buscar a enemigos del conformismo, para entretejer ese espacio de seducción y turbulencias.

 

Desde su relativa brevedad, Fabulonia refrenda a Naranjo como aspirante a hermano menor de Nacho Vegas. Las evidencias las detecta el oído desde la primera escucha, pero también debemos atender a la confesión propia. “Soy un intento de Nacho Vegas”, constata y asume Yorch en Todo lo que quieras tú, la gran joya temática y sonora del lote, una especie de rock mestizo que reivindica precisamente eso, la mezcla, el eclecticismo y la no adscripción, la huida del concepto binario, el derecho a ser “maricón, hetero y maldito”. Aunque, escuchándole con atención, parece evidente que a Jorge tampoco le importaría compartir árbol genealógico con Carlos Berlanga. O que frecuenta a los grandes del rock alternativo yanqui, a la vista de que Fritz David, sobre el horror de Bataclán, se da un aire melódico algo más que ligero a Jesus, etc, de Wilco.

 

Argentina podía ser una canción que se le hubiera caído del bolsillo a Javier de Torres, otro de esos malditos peculiarísimos, ese todoterreno que se gana la vida con la abogacía y la propiedad intelectual pero aprovecha los ratos libres para entregar discos por docenas. Y Un verano en la pradera, acción de gracias a la gira andaluza compartida en 2021 con el ilustrísimo Juan Perro, corrobora a Naranjo como un tipo que también puede ser hedonista, luminoso y comprometido con el espíritu más lúdico del pop. A la hora del balance final solo acaba desentonando La canción de la librería, por mucho cariño que le haya cogido su autor a fuerza de airearla por garitos del más variado pelaje. Poco tiene que ver con el resto del álbum esta simplona cantinela a voz y guitarra, con tarareos de lalalá y jaleíllo de voces y copas como telón de fondo. Naranjo/Yorch es mucho más que eso: es ese Artista de la pista que puede tirar de orgullo y amor propio, que ha asumido el vértigo de la vida nómada e incierta y sale vencedor del reto. Fabulonia es, hasta la fecha, la prueba más elaborada de ese triunfo artístico y vital.

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