De entre las nuevas voces jóvenes y femeninas del jazz vocal, puede que ninguna dé tantas muestras de eclecticismo, esfuerzo y talante prolífico como Lauren Henderson, una mujer tan abrumadora en su producción como para celebrar, aún inmersa en su condición de treintañera, la décima obra discográfica a su nombre. A muchos se les pasaría, de hecho, La bruja (2022), un trabajo en el que daba rienda suelta a su pasión indisimulada por el bolero, un género que había ido frecuentando, casi a modo de picoteo, en varios de sus lanzamientos anteriores. Pero es ahora que celebra la decena de elepés, sucedidos con periodicidad casi anual, cuando ha querido reflejar con este Conjuring sus más relevantes señas de identidad: mayoría de obras anglosajonas, sin olvidar las incursiones en territorio hispano; prevalencia de las partituras propias, pero con escalas en algunos standards de jazz particularmente inmaculados, y una extraordinaria facilidad para rodearse de aliados con solvencia y pedigrí instrumental, aquí un septeto de altos vuelos que se dedica a mimar y arropar lo que ya, saliendo de su garganta, es plena garantía de tersura.

 

Puede haber quien encuentre en esa perfección meticulosa, en la belleza sin mácula que propone esta mujer nacida en Massachusetts (y criada, y bien que se nota, en la escena neoyorquina), una tendencia a cierto hieratismo. Es esa misma sensación de corrección irrefutable que todos hemos sentido alguna vez mientras escuchábamos a Diana Krall, pero Lauren la esquiva con la rugosidad, el pellizco y la confesión tenue de las composiciones propias, con Spells y Conjuring optando aquí a la excelencia de la balada, la media voz, el trémulo de la noche y el pálpito del susurro. Le sale natural y franco ese chorro vocal a Henderson, a la que favorece mucho la incorporación esta vez de un vibrafonista, Joel Ross, como alternativa a los pianos de Sean Mason y John Chin.

 

Otro ilustrísimo neoyorquino de adopción, Leo Sidran, fue uno de los primeros en alertar entre sus seguidores europeos sobre la presencia magnética de Henderson, con la que comparte amor por el oficio, minuciosidad en el trabajo y una relevancia pública menor de la que merecerían sus méritos creativos. En el caso de Lauren, que aprendió flamenco en Córdoba y se empapó de músicas folclóricas y tradicionales en las aulas de la mexicana Universidad de Puebla, nada debería interponérsele en el camino. Aquí podemos escoger entre Potion o Amuleto, siempre bajo su firma, o admirar el amor que desprenden los acercamientos a Charles Trenet (I wish you love), Duke Ellington (Day dream) y el sublime Harold Arlen (That old black magic). Para que no nos falte de nada.

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