Después de varios avances en forma de EP, Mäbu han cerrado el ciclo estacional y nos entregan ya aquí un balance sonoro de estos 12 últimos meses. Evocador y preciosista, esperanzado a partir de la incertidumbre, tímido y recatado en su conceptualización de la belleza, Un año después hace las veces de álbum conceptual en torno al ciclo entre un inverno y el otoño siguiente, una idea curiosamente común, a bote pronto, al único elepé que llegaron a completar los gallegos Presumido (Cuatro estaciones, 2019) y al que será, si nada se tuerce, el esperadísimo regreso de Jacobo Serra (12, programado para 2022).

 

12 habían de ser, en consecuencia, las canciones de este regreso de María Blanco y Txarlie Solano, cuyo trabajo anterior, Buenaventura, se remontaba ya a 2016. Y perfectamente geométrica es su estructura, dividida en cuatro grupos de canciones, una por estación: sendos instrumentales, Invierno, Primavera, Verano y Otoño, sirven como muy planeantes y cinematográficas introducciones a los dos temas vocales que integran cada apartado. Pero hay una cierta unidad estilística entre esos cuatro grandes capítulos, quizá como una metáfora de cómo la pandemia y el ensimismamiento nos han llevado a no distinguir con mucha claridad por qué mes transitábamos en cada momento.

 

Mäbu ejerce, en consecuencia, la introspección. Y al final abre las puertas de casa para compartir el fruto de este “año extraño”, puestos a ser condescendientes tanto con la duración como con la naturaleza del fenómeno. Lo más hermoso de este ciclo meditabundo y contenido, 41 minutos de un bello ejercicio sonoro de contemplación, pasa por constatar cómo la empatía confesional termina sirviendo para exorcizar fantasmas y entregarnos a una de las grandes palabras de este periodo, aunque la Fundéu no la haya escogido ni en 2020 ni en 2021: la resiliencia. “Volverán mejores días y nos buscaremos las cosquillas, porque merecemos el gran postre”, resume Blanco en Hay una luz, una visión entrañable que encapsula el discurso de toda esta obra.

 

María es, no lo olvidemos, hija de los imprescindibles Sergio y Estíbaliz. Y aunque sería imposible eclipsar la garganta de mamá, una de las voces más asombrosas que ha dado este país, saca mucho provecho a esas melodías sinuosas que tanto le gustan, caracterizadas por ascensos súbitos y notas agudas. Surgen así estas canciones revestidas de originalidad y cierto halo de misterio, abonadas a los medios tiempos salvo algún acelerón puntual (Mi mala suerte), inmersas en un encanto creciente, sedimentado. Compruébese en la excelente En Navidad, en las antípodas del vilancico arquetípico: su atractivo no es evidente, sino acumulativo, a medida que nos vamos enredando en ella con el transcurrir de los minutos.

 

Trasládese esa misma percepción al resto del disco, que gana y se consolida a cada nuevo repaso. También hay algo de simbólico en ello: puesto que hemos dispuesto de tiempo en nuestros enclaustramientos físicos y mentales, no dejemos de concedérselo, Un año después, a esta pareja.

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