Paco Contreras Molina continúa enfrascado en un doble reto consigo mismo cada vez que encamina sus pasos hacia un estudio de grabación. Por un lado está su compromiso radical con el discurso iconoclasta, su incapacidad de rubricar una sola nota que se sitúe en la centralidad, en los márgenes de lo convencional y previsible. Por otro, el empeño en que ningún proyecto se asemeje al anterior o al subsiguiente, incluso aunque la personalidad del Niño sea tan acentuada que termine impregnándolo todo. El cantaor ilicitano (al que el término cantaor se le queda tan corto como cualquier otro que pretendiéramos aplicarle) nos abrumó en 2018 con su inabarcable Antología del cante flamenco heterodoxo, un trabajo tan extenso y agotador que aún estamos por conocer a algún oyente que consiguiera diseccionarlo en su integridad. Ahora cambia de tercio y nos da cuartelillo con un álbum mucho más conciso y manejable en sus planteamientos de partida, aunque no hay más que escuchar El muermo, el muy incómodo tema inaugural, para comprender que nada está trillado con Paco de por medio. Colombiana se ha registrado en Bogotá bajo los auspicios del productor Eblis Álvarez, de los nada convencionales folcloristas Meridian Brothers, y desde el principio se transmite el pálpito de que Contreras ha encontrado la horma de su zapato junto al cerro de Monserrate. Los cantes de ida y vuelta de la era colonial, ese maravilloso totum revolutum intercultural de los tiempos en que se hizo natural el contagio entre cumbias o sones con peteneras y saetas, sirven de tenue hilo conductor para un trabajo conciso en el que ninguno de los 10 cortes resulta redundante, como si Álvarez y Contreras se hubieran hecho el firme propósito de aportar el máximo de información en el mínimo de espacio. El resultado es pintoresco y muy ameno, aunque también ligeramente entrecortado, porque resulta casi violento el contraste entre las piezas más líricas y poéticas, como las muy bellas Los esclavosFlor-Canto, con otras en las que prevalece el exotismo y la travesura, desde Ni chicha ni limoná a la casi instrumental y fronteriza Cantos de la ayahuasca. En cualquier caso, el de Elche transmite una vez más la sensación inequívoca de que hace lo que le da la real gana, y eso no tiene precio. Hasta el extremo de que su fichaje por una multinacional, Sony Music, ha coincidido con dos trabajos mucho menos inmediatos que sus inmediatos antecesores, el fabuloso Voces del extremo y ese inesperado proyecto (Exquirla) con el cuarteto madrileño de rock instrumental Toundra en el que, contra pronóstico, ambas partes de la ecuación salieron netamente reforzadas.

 

 

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