Va siendo hora, a la altura ya de su sexto elepé, de que Susan Santos deje de ser uno de nuestros secretos mejor guardados. Destapémoslo, coloquémosla frente a los focos y asombrémonos del talentazo autodidacta de esta guitarrista zurda, una mujer que desde su Badajoz natal aprendió a mirar mucho más hacia el oeste y ha asumido y aprehendido las claves y los mimbres de la gran música yanqui. En un inglés impoluto, con pasión y orgullo, con la legitimidad insólita de quien abraza una religión lejana y se convierte en la más fervorosa de sus practicantes.

 

Casi cinco años después de No U turn (2019), la obra con la que Santos adquirió mayor relevancia internacional, lo mejor de Sonora es la palmaria sensación de inconformismo y salto evolutivo. La cantante, intérprete y compositora pacense no se conforma con apuntalar su perfil de guitarrista europea abducida por las enseñanzas del blues y penetra mucho más allá en su apego por los sonidos norteamericanos de raíz. Claro que el ascendente de mujeres como Sue Foley seguirá presente en todo momento, pero estas ocho notabilísimas composiciones picotean de aquí y allá con paladar de gourmet. De ahí las reminiscencias a Pretenders (qué mejor ejemplo de jefaza que Chrissie Hynde) en Snakebite o las obvias alusiones a Tom Petty y sus Rompecorazones en So long.

 

Imposible resistirse, de paso, a los ecos springsteenianos que reverberan en Call me tonight, aunque otras páginas apuntan en direcciones más inesperadas. Y en ese apartado, nada tan apetecible como desembocar en los surcos de Have mercy, un corte de aire retro que podría semejarse a una balada electrificada de Fairground Attraction.

 

El salto artístico de Susan, coincidiendo con su entrada en la cuarta década vital, se antoja gigantesco. Más allá de las alusiones paisajísticas a desiertos, escorpiones, lagartos, forajidos y demás elementos iconográficos de aquellas geografías polvorientas, más imaginadas que reales, Sonora es un álbum noble y crepitante, sólido y veraz. Y avalado por la producción de José Nortes, siempre empujando en la dirección adecuada por el bien común; involucrado en la causa desde la retaguardia, sin que casi se note. Porque la gran protagonista es otra.

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