Puede que el nombre de Fabrizio Cammarata haya pasado injusta y clamorosamente inadvertido en España, quizá como una consecuencia perniciosa de esa insularidad que le define y a la que apela desde el título de este nuevo álbum, en sí mismo todo un alegato de independencia radical y de poco aprecio por la adscripción rigurosa a ningún género, influencia o limitación geográfica e idiomática. Cammarata es siciliano y sigue asentado en su Palermo natal, una ciudad ya de por sí mestiza y hermosamente caótica. Y este Insularities demuestra más que nunca ese hervidero de ideas que transitan por su cabeza, influencias múltiples que no pretende acotar ni mucho menos restringir. De ahí que, más allá de que alterne inglés e italiano, a veces en la misma canción (Asanta), a veces suene mediterráneo y otras más atlántico, folclórico o internacional, sofisticado o tan directo como un músico que descubriésemos desgranando sus canciones en plena calle.
Siempre fue un poco así, y en un mundo de categorías, etiquetas y algoritmos puede que el espíritu ecléctico de Fabrizio despiste a los más renuentes a las aventuras y los lenguajes propios. Pero todo lo que bulle en estas nueve canciones es bello y noble; ya sea el laberinto dolorido de Icarus, que puede traernos a la memoria a Jeff Buckley; el encanto intensamente mediterráneo, enamoradizo y marino de Água e sal, que entronca con la gran tradición del pop melódico italiano, o la desnudez a pecho descubierto de The end of me can be your start, casi una confesión íntima y musitada en la que nos sentimos asomados a la habitación del cantautor.
Habla también un castellano casi perfecto Cammarata, que gozó de algún predicamento por tierras ibéricas en los tiempos de su Lights (2019) y conserva desde entonces intacta la conexión con Dani Castelar, productor de cabecera para Paolo Nutini (otra influencia evidente del palermitano) que lleva tiempo afincado en Valencia. Fabrizio tiene en Jairo Zavala (Depedro) a su más ilustre anclaje con la profesión en España, ha sido telonero también de Villagers o Damien Rice y no es percibir en su desgarro las muchas ocasiones en que se habrá empapado de la discografía de Glen Hansard. Y si esos son los mimbres de los que partimos, el resultado solo puede ser precioso. Con independencia de que el algoritmo no tenga ni remota idea de a qué atenerse.
«Yo soy como este disco: con muchas facetas, multidisciplinar, transversal y –creo también– libre», nos explicaba el propio interesado, consciente de ese perfil poliédrico con el que gana en atractivo a cada nueva escucha. Es hermoso conocer artistas tan coherentes e inquebrantables frente a cualquier argumentario musical: para preservar aún más su carácter singular, la publicación no solo es independiente, sino gestionada a través del sello discográfico (Fat Sounds) que regenta su hermano Roberto. En enero comenzará la gira de Insularities por Italia, Francia, Alemania y Reino Unido; ojalá que el sur de los Pirineos abandone su insularidad con respecto a él y lo incorpore a nuestro paisanaje.