Korrontzi es, si se nos permite el juego de las paradojas, una banda popularísima de ámbito minoritario. Cualquiera tenderá a pensar que un cuarteto consagrado al cuidado y reinvención de la música folclórica vasca dispondrá de un margen restringido para su difusión y desarrollo, pero los datos objetivos no indican exactamente eso mismo. Es más, ahora que Agus Barandiaran y los suyos hacen balance de estas primeras dos décadas de trayectoria, resulta que la savia contagiosa, terruñera y palpitante de su música se ha expandido por sus buenas dos docenas de países y regado de vitalidad los escenarios y las curiosidades de los rincones más recónditos. Ese tipo de milagros, en definitiva, que los modernos altivos o los poco documentados nunca le atribuirán a las músicas de raíz.

 

Barandiaran se propuso, allá por 2004, extraer todo el brillo de la trikitixa, el cada vez más afamado acordeón diatónico vasco, y encontró en otras sonoridades acústicas, de las guitarras a la mandolina o la alboka –el pintoresco cuerno ancestral del país–, los aliados idóneos para su evangelio de las esencias terruñeras. Pero no hay en este empeño loable ni un ápice de endogamia, y este generoso doble LP de aniversario lo refrenda por la vía de los hechos. Las 23 piezas aquí reflejadas, algunas ya bien conocidas y otras creadas para la ocasión, se enriquecen con las aportaciones de una veintena de aliados de todo pelaje dentro del folk y las músicas étnicas, aunque con particular predilección por gallegos, vascos y celtas en sentido amplio. Y todo ello adquiere la primorosa forma definitiva de la mano del portugués Luís Peixoto, extraordinario mandolinista y colaborador habitual de Júlio Pereira, que se encarga de pulir, homogeneizar sonidos y ambientes desde la diversidad y conferirle a esta hora y media de música una dimensión plural, distinguida e inequívocamente vivaz. Porque Barandiaran, Alberto Rodríguez, Kike Mora y Ander Hurtado de Saratxo no precisan recurrir al señuelo de la electrónica o de los ritmos más ramplones para sonar actuales, orgullosos y decididos. Para sostenerle la mirada al futuro sin necesidad de renegar de la herencia cultural de quienes nos antecedieron.

 

Algunos grandes del folclor peninsular se suman a la fiesta, desde Hevia a Luar na Lubre, Susana Seivane o, por salirnos de la órbita periférica, la toledana Ana Alcaide y ese rockero de alma folkie que siempre ha sido Jesús Cifuentes (Celtas Cortos); aunque el gato al agua se lo lleva el veterano e incontestable Eliseo Parra, al que ya habíamos escuchado en euskera en otras ocasiones y que se comporta como un cantautor jovial en la preciosa Bizi duguna. Por lo demás, músicos foráneos como Phil Cunningham (Silly Wizard, Relativity) o Michael McGoldrick (Capercaillie) nos han frecuentado tanto que les podríamos conceder la nacionalidad folclórica ibérica ya casi de manera automática. Y emociona el ejemplo del italiano Riccardo Tesi, porque el duelo con Agus de acordeones dispares pero hermanos en Oeiras queda entre los grandes hitos de la colección.

 

Korrontzi 20 es una celebración, una fiesta y un manifiesto de tolerancia, pero también de amor propio. Un álbum de trascendencia para la historia de la música vasca como no se nos ocurre otro desde los ya alejados tiempos de aquel Bilbao 00:00 h. que en 1999 convirtió en casi universal el nombre del bilbaíno Kepa Junkera. Invalidado desde hace años por uno de esos ictus canallas y traicioneros, seguro que él también figura entre los miles de amantes del folk que estarán emocionándose con esta edición esplendorosa, más aún con su formato de librodisco con un centenar de páginas que repasan de manera gráfica estos 20 años de andanzas campestres.

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